
S.S. Van Dine, escritor estadounidense creador del detective Philo Vance, escribió 20 reglas para escribir relatos de detectives, que fueron publicadas en 1928 en la revista “American Magazine” y son una serie de consejos para escribir relatos de género policíaco a la manera clásica, es decir, sobre cómo escribir una novela policial. Según palabras de Van Dine: “Una historia de detectives es una especie de juego intelectual. Es más – es casi un evento deportivo – y para escribir buenas historias de detectives, existen leyes muy bien definidas (no escritas tal vez, pero no menos importantes). Estas reglas constituyen una especie de credo, basado en parte en la práctica de todos los grandes escritores de historias de detectives, y en parte en los impulsos de la conciencia interna del autor honesto”.
Estas veinte reglas para escribir una novela policial recopilan una serie de características que podemos encontrar en la mayoría de las novelas de detectives clásicas, basadas en la trama whodunit (¿Quién lo ha hecho?). Por ejemplo, en las protagonizadas por Sherlock Holmes y en la mayoría de las de Hércules Poirot, pero incluso en este caso, tampoco se cumplirían todas, ya que la prolífica escritora Agatha Christie desarrolló gran número de variantes.
Sin embargo, poco a poco, la novela negra ha ido experimentando sucesivas transformaciones y evoluciones de manera que, hoy en día, muchas novelas de este género, no solo no cumplen algunas de estas reglas, sino que está bien que no lo hagan.
Por ejemplo, es frecuente que no se cumpla la tercera regla, pues con la aparición de la femme fatale, el amor suele ser uno de los temas secundarios o incluso formar parte de la trama secundaria emocional de la novela, sin que pierda importancia, eso sí que no hay que olvidarlo, la trama principal de la investigación. Es el caso, por ejemplo, de muchas de las novelas protagonizadas por Marlowe, el detective creado por Raymond Chandler.
Una norma que con frecuencia tampoco se cumple es la que se trate de un policía, propiamente dicho, quien realice la investigación, sino que a menudo se trata de un aficionado como, por ejemplo, una anciana solterona y curiosa (Miss Marple, el personaje de Agatha Christie) o un sacerdote católico de ingenua apariencia (el Padre Brown, el personaje de Chesterton). Por esta razón, estos detectives aficionados cohabitan con otros policías o detectives profesionales que, pese a contribuir en la resolución en mayor o menor medida, no serán, sin embargo, los que logren resolver el enigma principal de la investigación, aunque las pruebas científicas que gracias a ellos se obtengan, puedan ayudar a esclarecer el crimen.
Pese a todo lo dicho, la mayoría de estas pautas para escribir una novela policial, de forma general, son totalmente aplicables hoy en día, y son un buen punto de partida para escribir historias de detectives.
A continuación, las veinte reglas de Van Dine sobre cómo escribir una novela policial:
1) El lector y el detective deben estar en igualdad de condiciones para resolver el problema.
2) El autor no tiene el derecho de emplear recursos distintos de los que el culpable emplea con relación al detective.
3) La verdadera novela policial debe estar libre de intrigas amorosas. Si se introdujera el amor se perturbaría el mecanismo puramente intelectual del problema.
4) El culpable nunca debe ser el mismo detective.
5) El culpable debe ser identificado por medio de una sucesión de deducciones, nunca por accidente, por casualidad o por confesión espontánea.
6) En toda novela policial debe haber un policía. Y ese policía debe hacer su trabajo y hacerlo bien. Su misión consiste en reunir las huellas que nos llevarán al descubrimiento criminal que cometió su fechoría en el primer capítulo. Si el detective no llega a ninguna conclusión satisfactoria por medio del análisis significa que no logró su cometido.
7) No puede existir una novela policial sin un cadáver. Me permito añadir además que cuanto más muerto esté el cadáver, mejor. Ofrecer al lector trescientas páginas sin presentar un solo asesinato es un abuso.
8) La resolución del problema debe abordarse con recursos estrictamente realistas.
9) En una novela policial no debe haber más de un detective. Reunir el talento de tres o cuatro policías para poder atrapar al bandido equivaldría no sólo a dispersar el interés y a perturbar la claridad del razonamiento, sino a tomar una ventaja desleal con respecto al lector.
10) El culpable debe ser siempre un personaje que desempeña un papel más o menos importante en la historia, es decir, alguien a quien el lector conoce. Si en el último capítulo se adjudica el crimen a un personaje que se acaba de introducir o que desempeñó un papel insignificante, ello demostraría la incapacidad del autor para medirse de igual a igual con el lector.
11) El autor nunca debe elegir al criminal entre el personal doméstico: mayordomo, lacayo, cocinero, etc. Esto debe evitarse porque ofrece una solución demasiado fácil. El culpable debe ser alguien que valga la pena en la trama de la historia.
12) El culpable debe ser uno solo, no importa la cantidad de crímenes que haya cometido. El lector debe poder concentrarse en la búsqueda de una sola alma sórdida.
13) Las sociedades secretas y las mafias, no tienen cabida en la novela policial. El autor que las incluya pasará al terreno de la novela de aventuras o de la novela de espionaje.
14) El modo en que se comete el crimen y los medios que llevan al descubrimiento del culpable deben ser racionales y científicos. La pseudociencia, con aparatos puramente imaginarios, es inadmisible si queremos escribir una novela policial .
15) La solución final del enigma debe resultar visible a todo lo largo de la novela, siempre que el lector sea lo suficientemente perspicaz como para descubrirla. Con esto quiero decir que si el lector releyera el libro, advertiría que la solución estaba a mano desde el principio. Y que si él hubiera sido tan perspicaz como el detective habría podido descubrir el secreto sin necesidad de leer el libro hasta el final. Está de más decir que esto ocurre, en efecto, con mucha frecuencia. Hasta me atrevo a afirmar que es imposible ocultar el secreto a los lectores hasta el final si la novela policial está construida lealmente. Por eso siempre habrá cierto número de lectores que demostrarán ser tan sagaces como el autor. Y en esto reside el valor del juego.
16) A la hora de escribir una novela policial no debemos hacer largas descripciones, análisis sutiles o preocupaciones de “atmósfera”, porque perturban el motivo central que es exponer un crimen y buscar al culpable. Todo lo que retarda la acción también dispersa la atención y distrae al lector del asunto principal. Cuando el autor ha logrado dar una imagen de la realidad y captar, para los personajes y para el problema, el interés y la simpatía del lector, no tiene necesidad de hacer más concesiones a la técnica puramente literaria. Hacerlo no sería legítimo ni compatible con las exigencias del género. La novela policial es un género bien definido; el lector no busca en él adornos literarios, sino una excitación de la mente o una especie de actividad intelectual.
17) El escritor debe evitar elegir al culpable entre los profesionales del crimen. Corresponde a la policía ocuparse de las fechorías de los asaltantes y bandidos, no a los autores y a los detectives aficionados más o menos brillantes. Estos forman parte de la tarea diaria de las comisarías. Mientras que lo realmente fascinante son los crímenes cometidos por un hombre piadoso o por una mujer anciana conocida por su gran caridad.
18) Lo que desde el principio de la novela se presentó como un crimen no puede resultar ser, al final del relato, un accidente o un suicidio. Capitular una investigación larga y complicada de ese modo sería jugarle al lector una mala pasada imperdonable.
19) El motivo del crimen siempre debe ser estrictamente personal. Los complots internacionales y las oscuras maquinaciones de la política corresponden a la novela de espionaje. Escribir una novela policial es reflejar las experiencias y las preocupaciones cotidianas del lector. Es dar una posibilidad de escape a sus aspiraciones y sentimientos reprimidos.
20) Para finalizar, voy a enumerar algunos recursos a los que nunca debe recurrir ningún escritor de novelas policiales. Son recursos que hemos encontrado con frecuencia y que son familiares a los verdaderos aficionados al crimen literario. Por eso todo autor que los utilizara demostraría con eso su incapacidad y su falta de originalidad.
a) Descubrir la identidad del culpable comparando la colilla del cigarrillo encontrado en el lugar del crimen con el que fuma el sospechoso.
b) El criminal que durante una sesión de espiritismo se delata, presa del terror.
c) Las falsas impresiones digitales.
d) El empleo de un maniquí para fabricar una coartada.
e) El perro que, por no ladrar ante el intruso, demuestra que este le es familiar.
f) El culpable es mellizo o pariente del sospechoso, por lo que surge un equívoco.
g) La jeringa hipodérmica y el suero de la verdad.
h) El asesinato cometido en una habitación cerrada y en presencia del representante de la policía.
i) El empleo de asociaciones de palabras para descubrir al culpable.
j) El desciframiento de un criptograma por el detective o el descubrimiento de un código cifrado.
Estos son algunos consejos interesantes que te ayudarán a escribir una novela policial, es un buen punto de partida, ahora se trataría de imaginar una víctima, un villano, caracterizar a nuestro personaje detective e hilar la trama. ¿Te animas?
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Bueno. Me gustó mucho las reglas de Van Dine, el padre del detective Philo Vance. Muy bueno,un abrazo de brazil a todos. ¡¡Gracias por atencion!!