
Hay un profesor de ficción del Gotham Writers Workshop, de la escuela de escritores de Nueva York, Brian Dillon, a quien le gusta entregar a cada uno de sus estudiantes cinco caramelos de diferentes colores el primer día de clase. Cada uno representa uno de los elementos del oficio: rojo/personaje, negro/trama, verde/diálogo, naranja/punto de vista, amarillo/tema. Tras explicar que cada caramelo corresponde a un elemento del oficio, Brian les pide que se los coman. Esta versión de la eucaristía en forma de clase de ficción tiene un objetivo. El profesor quiere que sus alumnos “digieran” los elementos del oficio fundiéndolos en su interior, algo que nada tiene que ver con seguir las reglas literarias a rajatabla.
Este ejercicio-metáfora es muy interesante, si bien, al contrario que en la clase de Dillon, por mi experiencia como profesora de escritura creativa recomendaría que este ejercicio no se hiciera el primer día de clase, sino el último de un curso de escritura de iniciación, una vez el alumno ha estudiado y aprendido las técnicas literarias. Con frecuencia, a mitad de curso, surge entre los estudiantes de los cursos de la Escuela de Escritura Creativa una misma pregunta. ¿Hay que seguir siempre las reglas? Pese a mi insistencia durante todo el curso a que aprendan las técnicas narrativas, tengo que responder que no. Se dice que las reglas están para romperlas. Quizá sea cierto, pero, eso sí, hay que saber romperlas, añadiría yo.
Nada verdaderamente interesante parte de cero. Se puede ser original, pero ser efectivo es otra cosa. Para poder romper las técnicas hay que conocerlas y asimilarlas. Digamos que se trata de interiorizarlas, que las sepamos y las tengamos en cuenta, aunque no seamos muchas veces conscientes de que las estamos aplicando. ¿Cómo se logra la innovación? Sabemos que haciendo algo que nadie ha hecho antes, probando nuevas fórmulas. Pero, cómo vas poder saber lo novedoso de tu idea si no conoces nada más allá de lo que tú mismo has leído o realizado.
En cierto sentido, me gusta comparar la escritura creativa con la cocina creativa. Ambas tienen más cosas en común de lo que pensamos. ¿Cómo pensáis que surge la idea de Ferrán Adrià de su “cocina deconstruida”? ¿Creéis que cocina de esa forma sin saber hacer el plato de forma tradicional? Más bien es lo contrario.
No es posible lograr esos platos sin conocer a fondo el plato en origen, solo que Adrià, después de dominar la técnica tradicional, busca una alternativa para presentar ese plato de una forma novedosa manteniendo la esencia y el sabor, pero buscando una experiencia nueva. El chef catalán lo definía así: “La deconstrucción consiste en utilizar y respetar armonías ya concebidas y conocidas, transformando la textura de los ingredientes, así como su forma y temperatura, manteniendo cada ingrediente, para incluso incrementar la intensidad de su sabor”. Su propuesta era sencilla: partiendo de recetas y preparaciones tradicionales, y recurriendo a la memoria gustativa de los comensales, reescribir las preparaciones con nuevas técnicas de preparación.
Bueno, pues siguiendo con el símil culinario, para un escritor se trataría de aprender las técnicas literarias, de asimilarlas para, finalmente, lograr “digerirlas”. Es entonces, en mi opinión, el momento de comerse cada uno de los caramelos de los que hablaba Brian Dillon. Sí, puede que nos atragantemos, no todas las técnicas son fáciles de digerir. Pero una vez han pasado por nuestro estómago, seremos conscientes de su verdadero sabor.

Entonces trama, tema, estilo, punto de vista, personaje, diálogo en ese orden, ¿verdad ?
No, no se refiere a un orden determinado. Simplemente habla de conceptos que asimilar.
¿Esas son las técnicas fundamentales?