Es muy difícil que no hayas oído hablar de Memorias de África, la célebre novela de Isak Dinesen llevada a la gran pantalla bajo la dirección de Sydney Pollack e interpretada por Meryl Streep en el papel de Karen Blixen (seudónimo de la autora) y Robert Redford en el papel de Denys. Si no has leído la novela seguro que has visto la adaptación cinematográfica. No sé cuántas veces la habré visto, pero siempre me emoción. Tiene algo especial: la interpretación de los protagonistas, el guion, la fotografía… Es difícil no encontrar una cosa que te enganche.
La novela es, en cierto modo, una novela de autoficción, pues se inspira en muchas de las vivencias de la autora pasó en África. “Tengo la sensación de que, en el futuro, esté donde esté, me preguntaré siempre si estará lloviendo en Ngong”, decía Karen Blixen (Isak Dinesen) en una carta a su madre, fechada el 26 de febrero de 1919. Casi podría decirse que estas cartas son el primer borrador de su novela, un guion previo.
Isak Dinesen escribió estas Cartas de África durante el periodo entre 1914 y 1934, con un lapso de dos años y medio, que es el tiempo que la autora pasó en Dinamarca con su familia. Esta quizá sea una de las diferencias con respecto a la novela, que narra un periodo de diecisiete años. La otra es la inmediatez con la que se cuentan los sucesos, que permite acercarnos a las emociones que vive la autora en cada momento. Viajes, pasión, aventura, romance y tragedia. ¿Se puede pedir más? Son cartas, pero en conjunto son casi unas memorias que vale la pena leer.
Si te interesa la historia y quieres leer Cartas de África, puedes adquirirlo aquí. Puedes leer un fragmento a continuación:
A Ingeborg Dinesen 9-1-1914
Queridísima madre:
Te enviaré esta carta en cuanto llegue a Mombasa, porque no estoy segura de quedarme allí el tiempo suficiente para escribirte, pero aquí no te contaré nada de tu amado Bror y, en general, tampoco ninguna otra cosa de gran interés. A pesar de todo se han producido algunos cambios en la gente que me sirve, y esto te interesará. En primer lugar, tengo ahora un criado indio que estaba en Adén cuando desembarqué allí, y traía una carta de Bror. El pobre había sido enviado a Tabora, y por tanto tuvo que pasar catorce días en Adén y quedó encantado de verme. Era muy agradable y simpático, me sonrió y me saludó llevándose la mano a la frente, estaba muy decentemente vestido, pero hablaba mal el inglés y hasta tartamudeaba tantísimo que daba la impresión de que se fuese a morir cada vez que intentaba decir algo. Bror me escribía que era de toda confianza y encantador. Y ahora está aquí, a bordo. Se llama Fara; espero que no resultará ser al estilo de Fara Krigsmand…
De modo que no te sorprenderá demasiado saber que he contratado a una camarera aquí a bordo para que me acompañe. La cosa es que una vez a bordo llegué a la conclusión de que había hecho mal en no traerme una muchacha conmigo. De haberme encontrado bien, no habría importado nada, pero la verdad es que estaba muy poco acostumbrada a hacer esfuerzos y muy habituada a que me lo hicieran todo cuando subí a bordo. Pensé mucho en esa mujer de Dombey & Son que siempre está diciendo: an effort must be done, porque todo para mí era un esfuerzo: levantarme, vestirme, y, en general, hasta vivir, y muchas veces —y haz el favor de no enfadarte porque te escriba con toda franqueza— me sentía tan desesperada y fatigada que no me creía capaz de seguir viva hasta llegar a Mombasa…
Si las cosas ocurren como yo quiero —y, si no, no te envío esta carta—, la camarera se bajará del barco conmigo en Mombasa después de haber pasado por Durban, volverá a embarcar si no puedo yo conservarla a mi lado despidiendo en cambio al único boy —no al simpático Fara, sino al otro—, y si las dos nos sentimos a gusto juntas. Es, ciertamente, una gran oportunidad poder sacarla del barco, y también ha sido un gran favor el que me ha hecho el capitán. La doncella Martha, por su parte, está encantada… Puede enseñar a Fara, y así no tendré que hacerlo yo, y poner la casa en orden, y así conservaré mejor mis fuerzas. Pero si esto no me sale bien, o si la cosa se echa a perder de la manera que sea, no os asustéis de que me quede con ella, porque la verdad es que no me atrevo a renunciar a ella…
Un oficial alemán, Von Lettow, de una viejísima familia de Mecklemburgo, ha sido mi mejor amigo; la situación, tal y como él dice que es allí, se parece a Landsmandsliv, y yo diría que sería el ideal de la tía Lidda. Reanudo esta carta antes de Mombasa. Ojalá me fuera posible estar con todos vosotros un solo instante, os abrazo a todos y me parece que estoy mirándote a tus ojos maravillosos y benditos, madrecita…
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