
Todo el mundo ha oído hablar de Ana Frank, pero muy pocos de Hèléne Berr. Hèléne Berr fue una joven judía que también escribió un diario en la Francia de la ocupación nazi. Estudió literatura rusa e inglesa en la Universidad de la Sorbona, por eso el diario contiene muchas anotaciones en lengua inglesa, aunque no terminó la carrera. Comenzó el diario cuando tenía 21 años. Cuando tenía 24 fue detenida y deportada a Auschwitz junto con sus padres.
Hèléne murió en el campo de Bergen-Belsen, justo cinco días antes de que el campo fuera liberado por soldados ingleses. De ese último año o dejó testimonio en su diario. Sus padres habían fallecido antes en la cámara de gas. El diario se conservó gracias al novio de Hélenè que escapó a Francia.
Si te gusta la escritura muy personal, te recomendamos la lectura del diarios de Hélène Berr. El libro recopilatorio de sus diarios abarca el periodo desde 1942 a 1944. Están editados por Anagrama, y cuentan con un prefacio de Patrick Modiano.
Vuelvo… de casa de la portera de Paul Valéry. Por fin me he decidido a ir a buscar mi libro. Después de comer, el sol brillaba; no había amenaza de chubasco. Tomo el 92 hasta l’Etoile. Al bajar la avenida Victor Hugo han empezado mis aprensiones.
En la esquina de la rue de Villejust, he tenido un momento de pánico. Y de inmediato la reacción: «Tengo que asumir la responsabilidad de mis actos. There’s no one to blame but you [Solo puedes culparte a ti misma]». Y he recobrado toda mi confianza. Me he preguntado cómo había podido tener miedo. La semana pasada, incluso hasta este momento, esto me parecía totalmente natural. Es mamá la que me ha intimidado al mostrarme que estaba muy asombrada de mi audacia. De lo contrario me parecía muy normal. Siempre mi estado de semiensueño.
He tocado el timbre del 40. Un fox terrier se abalanza sobre mí ladrando, la portera le llama. Me pregunta con aire desconfiado: «¿Qué desea?» Le respondo con mi tono más natural: «¿El señor Valéry no ha dejado un paquetito para mí?» (No obstante, a distancia, yo me asombraba de mi aplomo, pero desde muy lejos.) La portera ha entrado en su garita: «¿A qué nombre?» «Señorita Berr». Se ha dirigido hacia la mesa. Yo sabía de antemano que estaba allí. Ella rebusca y me entrega el paquete, envuelto con el mismo papel blanco. Le digo: «¡Muchas gracias!». Muy amable, me responde: «A su disposición».
Y me he ido, con el tiempo justo de ver que mi nombre estaba escrito con una letra muy clara, en tinta negra, sobre el paquete. Lo he deshecho en cuanto he llegado al otro lado de la puerta. En la guarda, había escrito con la misma letra: «Ejemplar de la señorita Hélène Berr», y debajo: «Al despertar, tan suave la luz y tan hermoso este azul vivo», Paul Valéry.
Una buena forma de iniciarse en la escritura creativa es mediante la escritura de un diario. Si te gustó este fragmento, puedes comprar el libro aquí: Diario de Hélène Berr.

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