
Anais Nin comenzó a escribir su primer diario a la edad de once años. Continuó escribiendo en sus diarios por varias décadas, y a lo largo de la vida conoció y se relacionó con mucha gente interesante e influyente del mundo artístico y literario, como los escritores Henry Miller (del que al parecer fue amante) o Lawrence Durell, o artistas como Salvador Dalí. así como del mundo de la psicología, como Otto Rank.
En la actualidad existen varias versiones de sus diarios ya que gran parte de las personas que Anaïs menciona en sus diarios todavía vivían cuando el primer volumen fue publicado en los 1960, por lo que algunas partes tuvieron que ser censuradas. Conforme pasó el tiempo y muchos de las personas mencionadas en el diario fueron falleciendo, comenzaron a publicarse versiones sin censura. Ambas versiones son interesantes porque contienen material único.
Nin ha sido aclamada por muchos críticos como una de las escritoras más destacadas de literatura erótica femenina. Fue una de las primeras mujeres en realmente explorar el mundo de la literatura erótica, y la primera mujer occidental que destaca por la escritura de literatura erótica.
A continuación podéis leer una entrada de sus diarios:
Siempre creí que era la artista que llevo dentro la que hechizaba. Creía que era mi casa esotérica, los colores, las luces, mis vestidos, mi trabajo. Siempre estuve dentro de la concha de la gran artista que trabaja, temerosa e inconsciente de mi poder. ¿Qué ha hecho el doctor Allendy? Ha dejado de lado a la artista, ha manejado y amado mi alma interior, sin sus antecedentes, sin mi creación. Incluso me ha inquietado su desinterés por la artista y me asombra que se haya apoderado así de mí, tan dépouillée de artificios, de ropajes, de encantos, de elixires. Y esta noche, a solas, a la espera de los visitantes, contemplo esta alma renacida y pienso en cómo han contribuido a ella los regalos de Hugh, Allendy, Henry y June. Recuerdo el día en que di unas joyas a Ethel, la hermana de Hugh. Y hoy, la prima Ana María* me da piedras para mi acuario y un pez, nuevo y humorístico, con aletas verdes.
—Quiero ir a Londres contigo —me dice—. Quiero librarte de June.
Y yo me tiendo de espaldas y lloro con gratitud infinita.
Me voy a Londres. Tengo nuevas fuerzas y necesito vencer el dolor que sigue atormentándome. Necesito muchos días para aliviar un poco mi vida o para moverme dentro de mi diario, de mi historia. No puedo, en un día, librarme de la locura. Todavía me quedan horas para retorcerme de dolor, como en un horno, y me sucede cuando Henry me llama por teléfono para preguntarme si estoy bien y le contesto que sí. O cuando se cae una chincheta de un ángulo de la fotografía de «H. V. Miller, gángster-autor», y me doy cuenta de cuánto me he alejado del verdadero lesbianismo y que es sólo la artista que llevo dentro, la energía dominadora, la que se expande para fecundar a las mujeres bellas en un plano difícil de aprehender y que no tiene en absoluto nada que ver con la actividad sexual ordinaria. ¿Quién creerá en el aliento y la altura de mis ambiciones, cuando perfumo la belleza de Ana María con mi conocimiento y experiencia, cuando la domino y la cortejo para enriquecerla, para crearla? ¿Quién creerá que dejé de amar a June cuando descubrí que ella destruye en lugar de amar? ¿Por qué no me sentí arrobada cuando June, una mujer magnífica, se hizo pequeña en mis brazos y me descubrió sus miedos, sus miedos de mí y de la experiencia?
El simoun sopla esta noche. Todo es un torbellino. Es de noche y he sido fuerte todo el día. No debo derrumbarme sólo porque sea de noche y esté cansada.
Cuando veo que June está profundamente celosa de lo que he hecho por Henry, le digo que todo lo he hecho por ella.
Ella también me miente y dice que habría querido conocerme antes que a Henry.
Pero yo continúo mi mentira con una verdad: recordé la lástima que sentí cuando leí en las notas de Henry que ella trabajaba para él y para Jean [Kronski] y que una vez, en un arrebato de cansancio y asco, les gritó: «¡Los dos decís que me queréis, pero ninguno hace nada por mí!». Le recuerdo esto a June y deseo hacer algo por ella. Pero, tan pronto como lo digo, muere mi deseo, consciente de que es un deseo autodestructivo, que no tengo suficiente vitalidad, que he trabajado mucho para Henry y que no quiero hacer más sacrificios. Y muere mi espontaneidad, y mi generosidad se vuelve una mentira cuya frialdad me estremece, y deseo que los tres seamos capaces de admitir que estamos cansados de sacrificios y de sufrimientos inútiles.
Sin embargo, soy yo quien trabaja para Henry y June, pero con un espíritu rebelde. Consciente de que no hay razón para acusarme o castigarme, de que, por fin, estoy libre de culpa y merezco ser feliz.
June espera que yo diga lo que vamos a hacer juntas mañana por la noche; June cuenta con mi imaginación; June pretende que mi inexperiencia de la vida real me traicione. Ahora que dispongo de una noche para ella, ¿qué haré con la noche y con ella? Soy una escritora de páginas fantásticas, pero no sé cómo vivirlas.

Una buena recomendación. Los Diarios de Anaïs Nin van mucho más allá del tema del erotismo, son un testimonio muy interesante para todos los amantes de la literatura y el arte de esa época.
Un saludo
https://libreriallerapacios.com
Así es, gracias por pasaros por aquí.