
La vida sin armadura, el libro autobiográfico de Alan Sillitoe, se ha calificado como una de las biografías más sinceras e impactantes escritas por un novelista en el siglo XX. Es el retrato del artista obrero en la durísima Inglaterra industrial.
Alan Sillitoe, considerado un autor clave de la generación más brillante de la literatura inglesa de posguerra, narra aquí su formación como escritor: sus años de infancia y de penurias en una casa de protección oficial en la ciudad industrial de Nottingham, la evacuación durante la guerra y sus años en el ejército, en Malasia, la tuberculosis y su renacimiento como polémico miembro del movimiento de los Jóvenes Airados; la publicación de sus primeros libros y su éxito como autor generacional. El libro que evoca, en toda su crudeza, el alma de una época, y constituye un relato vívido de la escena cultural y social de la Inglaterra, entre sórdida y triunfalista, que alumbró a Graham Greene, Muriel Spark, Kingsley Amis o Philip Larkin.
Qué debe tener un libro autobiográfico según Alan Sillitoe
Esta biografía desde las entrañas tiene un comienzo interesante. Como siempre digo a mis alumnos, el arranque de una historia debe ser directo, ir al grano, impactar, pero, sobre todo, al escribir, hay que abrirse en canal, ser sincero con uno mismo y con los lectores:
Una autobiografía tiene que dar detalles de otras personas además de su autor, aunque solo mencione a las dos que fueron responsables de que naciera. Respecto a mi padre, nunca he podido determinar en qué edad mental permaneció estancado durante buena parte de su vida. He pasado con creces la edad a la que él murió, hará unos treinta años, pero recuerdo que a veces parecía tener la inteligencia de un niño de diez años en el cuerpo de un animal. Era corto de piernas y megacefálico, y lo cierto es que ni con millones de años y una máquina de escribir habría podido producir un soneto shakesperiano. Claro que yo tampoco habría podido.
La mayor parte del tiempo lograba ocultar su atraso, del que, en algún oscuro resquicio de su espíritu, era perfectamente consciente. Su experiencia del mundo venía en su ayuda, pues tenía esa deferencia propia, según se dice, de los animales y se daba cuenta de que, si quería el afecto de quienes lo rodeaban, debía mostrar algo parecido para obtenerlo.
Pegaba con frecuencia a mi madre y un recuerdo temprano es el de verla inclinarse sobre el cubo para que la sangre de su cabeza abierta no corriera por la alfombra. El modo que mi padre tenía de expiar sus acciones consistía en ser útil sentimentalmente a mi madre, pero quedaba peligrosamente desconcertado cuando tales gestos suscitaban rechazo. Mi madre comprendió pronto que, si esa era su única forma de tregua, haría mejor en aceptarlos, porque no hacerlo así podría depararle otro estallido de violencia. Sabía también que aprovecharse de ese súbito ablandamiento aliviaba el dolor de la existencia de mi padre, de modo que, dadas las circunstancias, honraba la máxima de que quien mala cama hace, en ella se yace.
Por qué se hace uno escritor
Comparto también un breve fragmento de este libro autobiográfico que me ha llamado la atención. Concretamente el comienzo del capítulo cinco. En él Sillitoe reflexiona sobre lo que le llevó a convertirse en escritor y que puede servir de reflexión a muchos de los aspirantes a escritores:
Un requisito claro para haberme convertido en escritor es haber crecido con una personalidad dividida y, tal vez, haber pasado tanto tiempo de mi infancia como me fue posible en el campo alimentara esa dicotomía. Cuando estaba en la ciudad iba a la escuela y cuando estaba en el campo jugaba. En la ciudad, mi padre estaba en el paro, pero en el campo mis abuelos cuidaban pollos y sacrificaban un rollizo cerdo cada año. En la ciudad había ladrillos mohosos y asfalto grasiento y, con frecuencia, te envolvía el hedor inconfundible de la bosta de caballo aplastada por los coches que pasaban, mientras que en el campo olía maravillosamente bien a bayas y a hierba fresca y corría un aire limpio, agradable a pesar de llevar consigo las primeras gotas de lluvia y mojarme las mejillas con ellas.
Vivíamos en una casa bastante extraña, al extremo de una hilera de adosados. La casa estaba dividida en una sala de estar con una despensa aneja, un dormitorio arriba y un ático bajo el tejado donde nosotros, los niños, dormíamos todos hacinados en la misma cama y desde cuyo ventanuco podíamos ver los campos circundantes. La casa de campo de mis abuelos estaba a una milla de allí, y, cada vez que salía con mi vara y mi bocadillo y enfilaba por la orilla del angosto río Leen, todas las preocupaciones quedaban atrás, salvo la de llegar a mi destino sin que me abrieran la cabeza.
Igual que la carne es más tierna cuanto más cerca está del hueso y el queso más sabroso cuando las ratas han empezado ya a roerlo, el campo que se abría inmediatamente después del apelotonamiento de casas parecía enormemente fértil y extraño. Apreciaba muchísimo la naturaleza de esa milla de plata de terra incógnita. Descendía entonces desde el elevado puente del ferrocarril hasta un maizal de rico olor solo superado por el del pan horneándose que emanaba de la inmaculada casa de campo de los Burton al abrirse la puerta.
A raíz de esto, me gustaría hablar no como directora de la escuela, sino como escritora. Me gustaría hablar del proceso creativo del escritor. Por qué se hace uno escritor, de qué escribe y cómo da forma a sus ideas. Son cuestiones muy personales. Siempre le digo a mis alumnos: No hay una única forma de enfrentarse a la escritura, cada uno debe buscar su camino y encontrar lo que le funciona.
Hay quien dice que la escritura es la manera de cubrir una falta, algo que no está presente en tu vida, una manera de compensar el desequilibrio. Creo que, a veces, esa es efectivamente la razón por la que buscamos refugio en la escritura, pero no la única.
Aunque solo sea como excusa tras leer esta entrada, puedes aprovechar este momento para escribir sobre lo que te llevó a interesante por la escritura creativa.
La vida sin armadura es un libro muy recomendable publicado, como siempre, con todo el cuidado propio de la editorial Impedimenta.
Podéis adquirir el libro aquí.

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