
:Con frecuencia, una de las razones por las que algunos alumnos abandonan un curso de escritura o no logran terminar su novela se debe a la imposibilidad de hacer frente a un bloqueo creativo. A menudo, no es la falta de aptitudes, ni la capacidad para llevar a término la escritura del texto, sino el temido “bloqueo creativo del escritor” lo que le impide hacerlo. Sí, puede que se hay exagerado mucho sobre este término. No es para tanto. ¿O si lo es? Lo cierto es que, por mi experiencia, en algunos casos puede serlo, sobre todo para los escritores con expectativas muy elevadas o para los amantes del perfeccionismo.
Lo mejor para vencer cualquier obstáculo, incluyendo el bloqueo creativo, es conocer su origen y atajarlo de cara. Saber distinguir qué tipo de bloqueo nos amenaza es el primer paso. ¿Se trata de un bloqueo argumental o tiene que ver más bien con no saber aceptar las críticas? ¿Es una cuestión de expectativas? En mi experiencia como profesora de escritura creativa tengo que decir que esta última causa es una de las más frecuentes.
Desgraciadamente he visto alumnos que escribían bien abandonar el curso después de recibir una corrección que no esperaban, pese a que todas las anteriores eran muy buenas. A veces, un alumno menos aventajado gana la carrera. Tal vez sus primeros textos no han sido los más destacables, pero el hecho de aceptar las críticas y aprender de ellas le permite avanzar mucho más rápido que otros alumnos más susceptibles. Al final, no hay peor novela que aquella que nunca has escrito.
Para vencer este bloqueo creativo, como digo, lo primero es reconocer las causas que lo originan. En este punto a mí me ayudó mucho leer lo que escribió al respecto Rona Randall en su libro Escribir ficción. Os incluyo aquí un fragmento que espero que os sea de ayuda.
Reconocer las causas
Muchas veces deseo que el término «bloqueo del escritor» no hubiera sido nunca concebido, porque parece plantear la convicción, en la mente de los principiantes, de que esta condición es una parte intrínseca de la profesión de escritor, e impone la idea de que no se puede ser autor sin sufrir esta malvada enfermedad. Se trata de una propaganda equívoca diseñada para convencer a la gente de que necesitará algún nuevo producto para curar las dolencias que ignoraba tener.
Es bien sabido que todos los escritores se bloquean a veces, pero cualquiera que exagere esta idea hasta el punto de crear alarma es un perverso. La repentina incapacidad de poner palabras sobre el papel es la pesadilla de todo escritor, pero darle el trascendente nombre de «bloqueo del escritor» lo hace parecer inevitable.
No lo es.
Al principio, en el capítulo 1, he mencionado dos formas de tratar dos aspectos del problema: el miedo a empezar («el bloqueo del principiante») y el miedo a ser incapaz de seguir después de un éxito («el bloqueo para seguir»). Ahora analizaré otros y plantearé métodos prácticos para enfrentarse a ellos.
El primer paso es analizar qué es el «bloqueo del escritor». George Eliot lo resumió cabalmente como el «penoso caso de una larga incubación sin ningún pollito como resultado». En sus tiempos no había un nombre específico, pero la esterilidad temporal era tan habitual en los autores de su época como en los actuales. Thomas Carlyle advirtió a su pobre esposa, Jane, que dejara de escribir cuando la musa la abandonara (cosa que hizo con frecuencia después de casarse con él), asegurándole que «en última instancia», las palabras fluirían de nuevo. Pero ésta era la sospechosa advertencia de un hombre que no quería que ella escribiera, sino que se limitara a ser la esposa devota que satisficiera todas sus necesidades y le protegiera de las preocupaciones, hasta el extremo de mandarla a pedir a sus vecinos que silenciaran a sus ruidosas gallinas mientras él escribiera.
De modo que dejemos a un lado a Thomas Carlyle. Sin embargo, no podemos ignorar el problema del bloqueo, que a veces puede convencer a un escritor de que debe dejar de escribir. Pero este caso es inusual y pronosticarlo es pesimista. Siempre hay formas de enfrentarse y solucionar el problema, así que al final acabará diciendo: «Nunca he sufrido el bloqueo del escritor». Nadie le creerá, pero no se preocupe, porque usted estará alegremente escribiendo de nuevo.
El miedo es inequívocamente el principal origen del problema. El miedo puede ser mentalmente paralizante y, hasta que no consiga superarlo, el temible bloqueo le gobernará a usted en lugar de ser usted quien le gobierne a él.
El primer paso consiste en no sólo reconocer su miedo, sino en diagnosticar su causa. Existen numerosos libros de autoayuda escritos por expertos en la materia, todos los cuales, al igual que los diccionarios médicos, le desanimarán con términos frecuentemente incomprensibles y una montaña de síntomas que acabarán por convencerle de que los tiene todos. Le aconsejo que se olvide de estos expertos como se olvidó de Thomas Carlyle.
Lo único que puedo decir es que yo he superado todos los inconvenientes de la profesión, incluido el bloqueo del escritor, y que en el proceso he identificado distintos tipos y numerosas causas. Analicémoslos uno por uno.
El bloqueo creativo argumental
Es sufrido por los que creen que un escritor debe crear un argumento porque sin él no sabrá hacia dónde se dirige.
Como ya hemos tratado este tema, es innecesario insistir más en él. Pero me permitiré añadir que si usted está trabajando en un argumento y ha llegado a un punto en el que una escena cuidadosamente planificada se viene abajo y le deja convencido de que toda esa historia acerca de que los personajes «dirigen» la narración y «cobran vida» es falsa, puede haber una razón bien simple para este aparente desastre, una razón que todo escritor ha experimentado. Es posible que haya elegido una ambientación —social o física— inadecuada para su personaje o personajes principales, así que pruebe otro ambiente en el que el comportamiento que usted tenía previsto resulte más natural.
O, si está escribiendo una novela histórica, asegúrese de que ha investigado suficientemente el momento y el lugar en los que ha ubicado su historia (pongamos, por ejemplo, el Londres del siglo XVII). Es importante recordar que el Londres de su historia es sustancialmente distinto del de hoy, no sólo geográficamente, sino también culturalmente. Compruebe que su plan de trabajo tiene en cuenta estos cambios, incluyendo los cambios de la perspectiva y las actitudes, así como los de la moda, las costumbres y estilos de vida. Es inútil esperar que sus personajes reaccionen ante situaciones determinadas de un modo determinado si las situaciones no son apropiadas a su generación o momento histórico. Metafóricamente, se darán de bruces y su plan, tan cuidadosamente trazado, se derrumbará.
De hecho, hablé del «bloqueo del principiante» en el capítulo 1, y también del «bloqueo para seguir», que a veces sobreviene después de un éxito inesperado, así que no debo reiterar la forma de enfrentarse a ellos. Podemos avanzar hacia el bloqueo de la ambición.
El bloqueo de la ambición
De nuevo, este nombre lo he inventado para definir una situación que aflige a muchos aspirantes a escritores y a muchos otros que han llegado a publicar pero se sienten insatisfechos sin saber exactamente por qué. Por desgracia, este fenómeno puede frenar la carrera de un escritor si éste lo permite.
Esto es atribuible a un exceso de exigencia con uno mismo, a un establecimiento de expectativas demasiado elevadas o a una necesidad de emular grandes nombres de la literatura a los que se venera. Se leen con admiración y respeto porque ganan premios y los suplementos literarios más sesudos los alaban. Eso, cree usted, es la única forma de éxito real. En consecuencia, aspira a llegar a su altura, se frustra y se queda en el dique seco.
Ha topado con el «bloqueo de la ambición», que es experimentado por muchos que no admiten que leen con placer libros poco intelectuales, pero que dejan de lado esta literatura infantil cuando se convierten en escritores serios (es decir, sesudos). No sólo no desean leer nunca más cosas de ese nivel, sino que ni siquiera se plantean escribirlas. Sería degradante. De modo que pelean, se quedan perplejos y acaban abocados al mayor peligro de todos: se bloquean completamente y se convencen de que nunca tendrán éxito.
Si usted es una de estas personas, considere la situación. Oblíguese a ser honesto y no escriba ni una sola palabra hasta que haya pasado seis meses leyendo a esos autores que cree que debería despreciar porque venden. No le gustarán todos, es posible que no acabe de leer a algunos, pero recuerde a los que le dejen un sentimiento de satisfacción y alegría y después reconozca que ha estado leyendo a un nivel en el que se sentía cómodo. Después, confiese por qué. Confiese que desarrollan una estrategia que le parece comprensible, que refleja su propia necesidad de escribir el mismo tipo de ficción con la misma espontaneidad y la misma falta de presunción.
De este modo descubrirá su propia naturaleza. Reconociendo sus limitaciones, y sintiéndose cómodo con ellas, volverá a tomar su bolígrafo o su teclado y superará este particular tipo de bloqueo. Y no se sentirá un mal escritor porque ha sido lo suficientemente sensible como para establecer un pacto con la realidad.
El bloqueo de la vanidad
Puede evitarlo fácilmente si se lo propone. Procede del intento de ceñirse a una imagen de «cómo debe trabajar un escritor» e incluso «qué aspecto debe tener un escritor» (envuelta en pieles de visón si es mujer; conduciendo el último Mercedes si es hombre). Esa imagen se instala en su cabeza, puede verse en el papel. Y para logrado se cree obligado a emular los métodos de trabajo de los que ya lo han logrado.
Ha leído que un escritor de éxito determinado escribe desde las nueve hasta las cinco cada día, con media hora de interrupción para comer. Y otro que trabaja por las mañanas, se relaja por la tarde jugando al golf y vuelve a trabajar embargado de creatividad desde las ocho hasta medianoche. O sea, que se hace así, piensa usted (muy impresionado), y cree que si hace lo mismo gozará del mismo éxito. De modo que su casa y su familia se ven atrapados en su nueva rutina y de repente aparece el bloqueo. No puede crear nada, está preocupado, deprimido, sintiéndose fracasado de nuevo.
Aquí debe volver a ser honesto. Enfréntese al hecho de que usted no es aquella persona. Usted es otro, diferente, individual. En el silencio infligido por este tipo de bloqueo su ego no sólo le está pidiendo que piense de nuevo, sino que se adapte a las circunstancias de su vida y siga sus tendencias personales. Dejará de protestar en cuanto abandone la idea de que debe seguir los patrones de otra persona.
El bloqueo de la crítica
Es probablemente el más difícil de superar. Lo experimenté por vez primera a los trece años y lo recuerdo bien. Leí en voz alta una historia que había escrito y de la que estaba muy orgullosa. Por lo tanto, esperaba que mi familia también estuviera orgullosa. Pero una hermana la consideró una bobada, otra una cursilada, y la tercera tuvo que esforzarse para reprimir una carcajada. Me puse a llorar. No escribiría nunca más. Nunca, jamás.
Un día o dos más tarde mi profesora de inglés me preguntó por qué no había entregado una redacción. Cuando oyó la razón no se mostró comprensiva. Sino que me avisó de que fallaría en todo lo que me propusiera hasta que no fuera capaz de aceptar las críticas. Después me dio otra semana para escribir la redacción y añadió otro consejo: «Recuerda que los que se burlan de ti son normalmente los que no pueden hacer lo que tú haces».
Esta verdad me ha ayudado a sobrevivir, pero es difícil de recordar cuando los comentarios son hirientes. Los escritores tienen que vivir con esta sensibilidad e intentar esconderla. El dolor persistirá, pero debe tratar de alejarlo De otro modo, bloqueará su creatividad en mayor grado que cualquier otra causa.
Una forma de contrarrestar las críticas adversas, si no es capaz de aceptarlas en silencio, es una breve y pertinente respuesta. ¡Si tiene la oportunidad y puede pensar en algo rápidamente!. Se cuenta una anécdota de una popular escritora de novelas románticas de los años treinta, Ruby M. Ayres, una dama robusta y genial que parecía gustar a todo el mundo. Un día, en un bar de moda de Londres, una mujer desdeñosa le espetó:
—Querida, nunca podría leer un libro de esos que tú escribes.
—Es posible —le respondió—. ¿Pero podrías escribirlos?
Una vez haya sido publicado, una buena forma de aguantar las críticas es mirar su cuenta de royalties. Puede levantarle más el ánimo que cualquier elogio, porque no sería como es si el desdén hacia su obra fuera compartido por todos.
Si está decidido a convertirse en un autor publicado, debe procurar desarrollar sus propios métodos de combatir el bloqueo, independientemente de cuál sea su causa. Yo tenía dificultades para volver a emprender el trabajo después de una larga pausa. Ahora no me importa dejar una escena sin acabar cuando sé (pero sólo cuando sé) exactamente hacia dónde va. Como escribo notas con mi procesador de textos, en cualquier momento puedo regresar a la mesa y ponerme a trabajar. Sin interrupciones permanentes, no hay bloqueo.
Otro método, que recomiendo para volver a ponerse en marcha, es retroceder algunas páginas y empezar a corregir. Rescribiendo o reformulando algunos errores puede dar pie a nuevas ideas. Cuando el folio siguiente está en blanco, las palabras empiezan a fluir.
Ambos son remedios simples, pero no olvide que, cuando se quede atascado, el primer paso es descubrir el origen del problema del bloqueo creativo.
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Si quieres vencer el bloqueo creativo de escritor, te recomendamos nuestros taller de creatividad para escritores. Todos nuestroa cursos de escritura creativa contienen material de coaching para escritores y el profesorado puede ayudarte también a dar ese empujoncito que necesitas.

Un artículo muy interesante la verdad. Me encanta escribir pero tengo miedo a hacerlo mal aunque no a las críticas. Es más, a mí me encantan las críticas porque son las que me ayudan a desbloquear. Estoy empezando un proceso de aprendizaje y considero fundamental un seguimiento constructivo. En los cursos, cuantos más fallos me marquen, más voy a aprender de esos errores. Mi bloqueo principal es no saber por dónde empezar. Gracias por publicar estas ayudas.
Hola, Salomé:
En tu caso, por lo que parece el bloqueo es un exceso de expectativas. Ese “miedo a hacerlo mal”. Qué pasaría si lo hicieras mal, ¿y si te equivocas? Pues nada. Tendrías que revisarlo y corregirlo, nada más. Tal vez por eso te cuesta empezar, quieres que la primera frase ya sea perfecta. Piensa que solo se trata de romper el hielo, más que plantearte el texto como algo definitivo, piensa que simplemente estás tomando notas. No te exijas demasiado, poco a poco, el texto irá mejorando, no hay que hacerlo bien a la primera, lo importante es comenzar. Ánimo.