
Cómo enganchar al lector con nuestra historia suele ser uno de los objetivos que queremos conseguir los escritores. Historias hay muchas y el tiempo libre de los lectores sabemos que escasea. Nosotros queremos que elija nuestro libro y que lo lea hasta el final.
No hay fórmulas mágicas para esto, pero al menos sí podemos dar una serie de consejos que nos ayuden a atrapar a los lectores e inocularlos con el dulce veneno de la adicción lectora. Aquí algunas ideas a tener en cuenta para enganchar al lector con tu historia:
1. Un buen arranque es el mejor gancho
El comienzo de una historia de ficción es muy importante. Para darte cuenta de su importancia, te aconsejo dedicar unos minutos a buscar en internet cuántos libros se publican al año en tu país; luego en tu idioma, en el mundo, y después suma las traducciones, y miro los libros que se publican en el universo. Después quizá entiendas la importancia de un buen comienzo. Haz que los lectores se fijen en tu historia. Nada más arrancar, tienes que preguntarte: ¿Le resultará interesante al lector?
Suele decirse que la primera impresión es la que cuenta. Los primeros párrafos de un relato y el primer capítulo de una novela es esa primera cita con tu lector. No le decepciones y viste de gala tu comienzo. Cuando quedas con alguien que no conoces, pero quieres impresionarle, cuidas tu aspecto, tu perfume, le prestas atención a los detalles… No se trata tampoco de ir vestido como para una boda, pero mostrar al inicio algún recurso literario que domines no está de más. Una metáfora original, una anticipación, una sinécdoque o quizá el extrañamiento son algunas de las opciones para esa primera página.
Al respecto del comienzo de una historia, en 50 consejos para ser escritor, Colum Maccann dice:
Olvídate de los típicos comienzos: el protagonista sueña, el protagonista se despierta, el protagonista se despierta y abre la persiana, el protagonista desayuna… ¿Sabes cuántos relatos he leído en mis talleres que comienzan así? No todo comienzo debe iniciarse con un despertar. Como en todo, hay excepciones. ¿Recuerdas el comienzo de la metamorfosis de Kafka?: “Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto”. ¿Quién podría olvidarlo? Eso sí es un comienzo fuerte y original.
No quiero extenderme mucho en este apartado en concreto puesto que traté el tema del comienzo de una novela en otro artículo del blog: Cómo empezar una novela, el arranque de una historia. Solo te recuerdo ese refrán que dice que lo que bien empieza bien acaba.
2. Logra visibilidad en tu historia
Si quieres que el lector se sumerja de lleno en tu historia, tienes que esforzarte por conseguir una buena visibilidad literaria. Sé concreto, crea imágenes en la retina de tu lector, que pueda ver con claridad a tu protagonista moverse en los distintos escenarios.
Ojo, lograr visibilidad no quiere decir que tengas que detallar cada gesto, cada arruga, cómo va vestido, el color de su ropa interior o cada mueble de la habitación donde se encuentra. Tienes que aprender a mirar, a escoger lo esencial. Encuentra lo que hace que un personaje o un espacio sea distinto y singular.
¿Qué provoca que un texto tenga una buena visibilidad? Que metes al lector de lleno en la escena. No la observa de lejos, no, ni dentro de una pantalla. Siente que está allí, al lado del protagonista, en el mismo escenario. Como si estuviera a su espalda, tumbado a su lado en la hierba o escuchando detrás de la puerta. De ese modo, pasará miedo cuando llegue el monstruo, asco cuando entre en ese sótano abandonado que desprende un fuerte olor y se humedecerá los labios cuando el protagonista reciba un beso. La visibilidad de una de las armas más poderosas para lograr enganchar a los lectores. Aprende a dominarla leyendo este otro artículo sobre la visibilidad literaria: “No lo digas, muéstralo”.
3. Un protagonista activo y que despierte su interés
Si hablamos de novela, el protagonista es uno de los principales ganchos para los lectores. Como los actores de las películas o las obras de teatro. El lector va a seguirlo durante cientos de páginas, ¿por qué va a querer saber la vida de alguien que no le interesa, le disgusta o le resulta aburrido? Poténcialo todo lo que puedas: su atractivo, su actitud, sus deseos, describe alguna de sus costumbres o algo que haya hecho y que nos hable de él.
No estoy diciendo que los protagonistas tengan que ser siempre seres angelicales y modélicos, todo lo contrario. El personaje protagonista también puede ser el malo de la película, como suele decirse. Ahí está Ripley. De lo que se trata es que resulte interesante, que no sea lo que en mi tierra conocemos como un “sompo”. En castellano sería más o menos un posma, alguien aburrido y lento. Digamos que un sompo es alguien predecible, soso, pesado y que no hace prácticamente nada. Y esto último es lo peor que le puede pasar a tu prota.
En narrativa no queremos personajes pasivos, que no actúan, que apenas hacen nada. Es siempre mejor que un protagonista se equivoque a que se pase el día pensando qué va a hacer, o si quiere hacer o no tal o cual cosa. No, no vale que no haga nada porque toda la historia esté sucediendo dentro de su cabeza o en su imaginación. Yo he pagado el libro con dinero de verdad no con moneda imaginaria. Por favor, haz que mueva el culo. Ya conoces el refrán: Quién algo quiere… Tu protagonista tiene un objetivo, ¿cómo va a lograrlo sin mover un pie?
4. Una voz narrativa interesante
Algunas personas tienen facilidad para lograr nuestra atención cuando cuentan las cosas, para hacer reír cuando cuenta un chiste, o emocionarnos cuando hablan de algún suceso importante. El interés por algo no solo depende de lo que se está contando, sino de cómo se cuenta y, por supuesto, de quién lo está contando. Si hablamos de un narrador en primera persona, es fundamental que el lector se interese por conocer al personaje que narra la historia. Por qué va a escucharlo si no le importa un pito. Cómo enganchar al lector sin no tiene interes en él.
Por eso en tan importante lograr una voz narrativa que despierte el interés del lector. Para ello, la elección del punto de vista más adecuado es lo primero que tenemos que tener en cuenta, si conviene contar la historia desde dentro, (narrador interno) o desde fuera (narrador externo). Sin olvidarnos, claro está, de su credibilidad. Se trata de contar una historia no de juzgar los hechos ni imponer opiniones al lector.
5. Intrigar o sorprender, sin engañar
Como he dicho, tenemos que atraer al lector, sumergirlo en las páginas de nuestra novela y hacer que se olvide, aunque sea por unos momentos, de la bronca con su jefe o de la última factura del dentista, así que nuestra historia tiene que atraparlo como a una mosca en una tela de araña. Una de las mejores bazas son las que se utilizan en las novelas de detectives, por eso tienen tanto éxito: la intriga y el suspense.
Intrigar quiere decir despertar curiosidad. Somos, por lo general, curiosos y a veces incluso cotillas. Queremos enterarnos de todo. Crear intriga y suspense hace que el lector quiera pasar las páginas hasta que se resuelva el misterio. No lo podemos evitar.
¿Cómo lograr intriga? Bueno, eso da para otro artículo, pero en esencia se trata de guardar parte de la información. Desvelar un poco y ocultar otro poco. ¿Parece fácil? No lo es. Si te reservas mucho, no generas la intriga que buscas; si desvelas demasiado, tampoco, porque el lector intuirá el desenlace. La justa medida para cada caso no la encontrarás en ningún manual de escritura creativa, sino en la práctica y el oficio.
Eso sí, la intriga tiene que ser lo suficientemente fuerte para poder mantener atento a tu lector durante cierto tiempo. En todo caso, también puedes generar más de una intriga, de tal manera que, aunque se resuelva o decaiga alguna, aún te quedarán más. Piensa que el lector tendrá cada vez más sospechas de lo que sucede. La intriga funciona si el lector tiene curiosidad por conocer, por saber los detalles de algo que aún no le has desvelado. El elemento oculto debe tener por tanto cierta importancia. Que me ocultes que contiene un pequeño paquete que lleva en la mano y luego resulten ser unos calcetines es un chiste sin gracia. Da igual que sea su cumpleaños y se los haya regalado alguien especial. Otra cosa bien distinta es que los calcetines escondan algo que esté fuera de lugar.
La tensión se relaciona estrechamente con el ritmo de la narración, es decir, con el modo en que el autor dosifica las piezas arguméntales para no revelar demasiada información muy pronto o demasiado tarde. A esto volveremos más adelante.
6. El orden de los sucesos sí altera el resultado
No todas las historias se narran en orden cronológico. Ni todas las novelas comienzan por el principio. La trama permite al escritor contar la historia dando saltos en el tiempo. Podemos adelantar información del desenlace, incluir recuerdos del pasado, y volver de nuevo hacia adelante. Esto no permite mostrar al lector escenas que despierten su interés para querer seguir la historia.
7. Tensión narrativa: provocar emociones
En relación con los dos puntos anteriores, tendríamos que hablar de la tensión narrativa, ya sea mediante la intriga, el suspense o los hechos que se narran, la lectura provoca emociones en el lector. A menudo esa tensión se produce jugando con la información de que dispone el lector en cada momento: lo que sabe, lo que no y lo que está desenado saber. Carmen Font en Cómo crear emoción en la literatura lo explica así:
Toda obra literaria contiene algún aspecto argumental que nos mantiene en vilo a lo largo de la lectura. Es esa inquietud que, por pequeña que sea, capta nuestra curiosidad y nos alienta a seguir leyendo. Por ejemplo, en Orgullo y prejuicio de Jane Austen, la tensión se articula a partir de la incógnita sobre con quién se casarán los dos personajes principales, mientras que en La metamorfosis de Franz Kafka nos angustia saber si Samsa volverá a convertirse en humano o no.
8. Identificación del lector
Por último, pero no menos importante es preguntarnos de qué manera el lector se identificará con los personajes. ¿Hemos sido capaces de mostrar su complejidad? Solo así el lector podrá entenderlos e identificarse con ellos. No se trata de que al lector le guste o le disguste nuestro protagonista, sino que sepa por qué actúa de una manera o de otra. Lo entiende, aunque no siempre comparta sus opiniones o apruebe sus actos.
No podemos enganchar al lector si no logramos emocionarlo. Debemos conocerlos bien y acercarnos a la intimidad de nuestros protagonistas.
Si te gustó esta entrada sobre cómo enganchar al lector con tu historia, te aconsejamos leer
Bibliografía:
La metamorfosis. Kafka, Franz. Alianza editorial. 2011.
50 consejos para ser escritor. Maccann, Colum. Editorial Seix Barral.
Cómo crear emoción en la literatura. Font, Carmen. Alba editorial. 2008.

Deja una respuesta