
Conocemos ya, por otras entradas del blog, cuáles son las características de las descripciones y los tipos de descripción literaria. Sabemos distinguir entre una descripción estática y una dinámica, y entre una descripción objetiva y subjetiva. En esta ocasión nos centraremos en los recursos de la descripción, técnicos y literarios que podemos utilizar para escribir buenas descripciones.
¿Te has saltado alguna vez las descripciones del libro que estabas leyendo? Apuesto a que sí. Pero no queremos que el lector haga lo mismo con las de nuestras historias, ¿estás de acuerdo? Bien, entonces vamos a ponernos a la obra y a estudiar algunos recursos para escribir buenas descripciones literarias.
1-Utiliza la comparación
La utilización de comparaciones, símiles y metonimias son recursos muy útiles a la hora de describir un escenario o un personaje.
Comparar dos lugares, personajes o incluso situaciones, nos proporciona una descripción efectiva en muy pocas líneas. Bien utilizada, la comparación ayuda también a trasmitir sensaciones y emociones. Por ejemplo, en lugar de decir que “el apartamento era muy frío”, puedes decir que vivir allí era “como estar dentro de un congelador”. O para mostrar que un personaje es muy corpulento, podríamos decir que es como un gorila de apariencia humana. Si su voz es estridente, puedes escribir que sonaba como una sirena de feria. Estos son ejemplos sencillos, claro está, en tu historia tendrás que calentarte un poco más el coco.
Un ejemplo de comparación lo puedes ver en este breve fragmento de El viejo y el mar, de Ernest Hemingway. Una descripción bastante objetiva que termina con una comparación.
El viejo era flaco y desgarbado, con arrugas profundas en la parte posterior del cuello. Las pardas manchas del benigno cáncer de la piel que el sol produce con sus reflejos en el mar tropical, estaban en sus mejillas. Estas pecas corrían por los lados de su cara hasta bastante abajo, y sus manos tenían las hondas cicatrices que causa la manipulación de las cuerdas cuando sujetan los grandes peces. Pero ninguna de estas cicatrices era reciente. Eran tan viejas como las erosiones de un árido desierto.
2-No te sirvas únicamente de adjetivos
A veces pensamos que para describir nos basta con utilizar adjetivos. Con frecuencia, además, abusamos de ellos. Pero, en lugar de adjetivos, podemos utilizar palabras de otra categoría gramatical, como complementos del verbo o del nombre. Por ejemplo, en lugar de decir que un personaje es muy alto, podemos decir que mide un metro ochenta. O, en vez de decir que estaba muy delgado, podemos decir que no pesaba más de cuarenta y cinco quilos. Además de sustituir al adjetivo, en estos ejemplos, la información que proporcionamos al lector es más precisa.
En El ahogado más hermoso del mundo, un relato de García Márquez se utilizan adjetivos comparativos y comparaciones para precisar el peso de un muerto:
Los hombres que lo cargaron hasta la casa más próxima notaron que pesaba más que todos los muertos conocidos, casi tanto como un caballo, y se dijeron que tal vez había estado demasiado tiempo a la deriva y el agua se le había metido dentro de los huesos.
Como habrás podido darte cuenta, de nuevo las comparaciones son muy útiles a la hora de describir algo. No es lo mismo decir que el muerto pesaba mucho, que pesaba ”casi tanto como un caballo”. Este relato se encuentra incluido dentro del volumen La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada.
3-Describe por medio de acciones
No me canso de decir a mis alumnos, que la mejor forma de caracterizar a una persona es por lo que hace. Sus manías, sus aficiones, su trabajo, sus intereses, sus gestos… Todo se puede mostrar por medio de acciones o microacciones.
En el caso de las descripciones de un escenario, son más efectivas las descripciones dinámicas que las estáticas. En las primeras vemos al personaje moverse dentro del escenario, al mismo tiempo que lo describimos. De esta manera matamos dos pájaros de un tiro, vemos al personaje en acción y mostramos el escenario donde se mueve. La diferencias entre las descripciones estáticas y dinámicas, y los distintos tipos de descripciones dinámicas ya lo estudiamos en otra entrada del blog.
A continuación, algunos ejemplos para describir mediante acciones y cómo ponerlo en práctica.
3.1.-Mostrar los gestos del personaje
Mostrar los gestos, miradas y actitudes de un personaje en una situación determinada, es una manera de indicar no solo cómo es, sino lo que piensa y lo que siente. Por ejemplo, si un personaje es muy presumido, en lugar de decirlo explícitamente podemos hacer que en mitad de una conversación con otro personaje se mire constantemente en el cristal de un escaparate. O que en varias escenas se arregle el pelo, o se acaricie la barba en la pantalla del móvil. Tal vez se detenga en mitad de la calle para pintarse los labios en el espejo retrovisor de un coche.
Este tipo de gestos, de reacciones gestuales, son mucho más eficaces para caracterizar a un personaje que utilizando únicamente un adjetivo. Porque jugamos con las imágenes, y estas se recuerdan más fácilmente que las palabras.
Una de las características de Monteiro Rossi, personaje de la novela Sostiene Pereira, es que, cada vez que habla, se echa hacia atrás un mechón de pelo que le cae por la frente. Ese gesto y ese detalle van unidos siempre a la aparición del personaje. Lástima que, en la versión cinematográfica de Roberto Faenza, el actor que interpreta a Monteiro apenas tiene mechón.

3.2.- Costumbres, manías, forma de vida…
Cómo se comporta, sus manías, costumbres… son aspectos que nos ayudarán a crear un buen retrato del protagonista. Reflejar la cotidianeidad del personaje nos ofrece una buena forma de describir tanto a él como su modo de vida. El lugar donde vive, cómo es su habitación, su lugar de trabajo y su comportamiento con los compañeros pueden aportar información extra. Tampoco se trata de contar todos sus hábitos, sino seleccionar aquellos más singulares. Que desayune tostadas con mantequilla no es algo singular, un batido détox en el que se ha disuelto un anabolizante seguramente nos dé más información del personaje.
Cuidado, porque no se trata de buscar extrañas manías al personaje o forzar a que haga algo extraño para que resulte singular. No se trata de hacer una caricatura ni una parodia de un personaje, se trata de buscar un elemento, un detalle que sea útil para caracterizarlo. Veamos un ejemplo de caracterizar por medio de hábitos y costumbres en este fragmento del relato “El gusano de la manzana” de John Cheever.
Los Crutchman eran tan felices, tan extraordinariamente felices, y tan moderados en todas sus costumbres, y todo lo que les pasaba les parecía tan bien que uno se veía obligado a sospechar la existencia de un gusano en su sonrosada manzana, y a imaginar que el llamativo color de la fruta no tenía otro objeto que esconder la gravedad y la extensión de la enfermedad. Su casa de Hill Street, por ejemplo, con todas aquellas enormes ventanas. ¿Quién, excepto alguien con complejo de culpabilidad, querría que entrase tanta luz en su casa? Y el hecho de enmoquetar todas las habitaciones, ¿no era como reconocer que un centímetro de suelo al descubierto (que no existía) podía despertar recuerdos muy enterrados de amores no correspondidos y de soledad? Y había cierto entusiasmo necrofílico en su manera de trabajar el jardín. ¿Por qué tanto interés en cavar agujeros, plantar semillas y ver cómo brotan las plantas? ¿Por qué tanta morbosa preocupación con la tierra? Helen era una mujer muy bonita con esa llamativa palidez que con tanta frecuencia se descubre en las ninfómanas. Larry era un hombre corpulento que solía trabajar en el jardín sin camisa, lo que quizá ponía de manifiesto una tendencia infantil al exhibicionismo.
3.3.-Un personaje se caracteriza por lo que hace y por lo que no hace
La mejor manera de describir y caracterizar a un personaje es por que hace, como hemos dicho. Pero también, por lo que no hace. Por lo que es y por lo que no es. Sobre todo si eso lo diferencia de los demás. Un ejemplo lo puedes ver en esta breve descripción de Stash, un personaje de American Psyco, la novela de Bret Easton Ellis:
Stash no habla. Aunque probablemente se sienta incómodo en la mesa con nosotros, pues no se parece a los demás hombres de la habitación —no lleva el pelo peinado hacia atrás, tampoco lleva tirantes, ni gafas con montura de pasta, y su ropa es negra y está mal planchada, no tiene prisa por encender un puro, probablemente sea incapaz de conseguirse una mesa en Camols, debe de ganar una miseria—, con todo, su comportamiento carece de justificación y está sentado como si le hipnotizara el brillante trozo de sushi y, justo cuando por fin toda la mesa está a punto de ignorarle, de apartar la vista de él y ponerse a comer, se estira en la silla y dice en voz alta, señalando su plato con dedo acusador:
—¡Se mueve!
3.4.-Describir acciones comparándolas con otras acciones
También es muy útil describir por medio de la comparación de distintas acciones. Fíjate en esta descripción del personaje de la novela Reencuentro, de Fred Uhlman. En este caso, se compara las manos del protagonista con las del narrador, y más adelante se compara una acción, la forma en que se sienta, como si estuviera realizando otra acción.
Y allí, a poco menos de medio metro, se hallaba sentado un miembro de esta ilustre familia suaba, compartiendo la misma estancia conmigo, bajo mis ojos atentos, fascinados. Cada uno de sus movimientos me interesaba: cómo abría su lustrosa cartera, cómo, con sus manos blancas e inmaculadamente limpias (tan diferentes de las mías, cortas, torpes y manchadas de tinta), depositaba su estilográfica y sus lápices bien afilados, y cómo abría y cerraba su cuaderno de anotaciones. Todo lo suyo despertaba mi curiosidad: el esmero con que escogía su lápiz, la forma en que se sentaba —erguido, como si pensara que en cualquier momento podría tener que levantarse para dar una orden a un ejército invisible— y la forma en que acariciaba su cabello rubio.
¿Verdad que es como si pudiéramos estar viendo en este momento las manos del personaje? Eso es lo que se conoce como visibilidad. Una imagen vale más que mil palabras.
3.5.-Lenguaje verbal y no verbal
No olvidemos que hablar también es una acción. Lo que dice y lo que no dice nuestro personajes es también una forma de describirlo y caracterizarlo. Sin olvidar, claro está el lenguaje no verbal, como hemos explicado en el primer apartado: los gestos del personaje.
El lenguaje no verbal puede ser determinante en muchas ocasiones para entender lo que dicen nuestros personajes, no olvidemos que ellos, como las personas, a veces mienten.
4-Sé concreto, sé preciso
El problema de utilizar únicamente adjetivos para describir algo es que algunos se refieren a conceptos abstractos, que dependen de la imaginación o de las apreciaciones del oyente. También hay adjetivos que son subjetivos, cada persona tiene su propia interpretación de lo que significan. Es lo que ocurre con adjetivos como maravilloso, sorprendente, absurdo, indiferente, bueno, malo… Lo que para un personaje puede resultar sorprendente, para otro puede ser común. La cualidad de bondadoso es relativa. Para algunos, con un pequeño gesto puede entenderse que se es bondadoso, mientras que para otros se trata solo de una cuestión de buenos modales.
Si digo, por ejemplo, que la recepción del hotel me pareció muy elegante, seguramente no todos los lectores tengan la misma imagen que yo de lo que es un hotel elegante en su cabeza. Si escribo, en cambio, que el pavimento era de mármol blanco, y que el mostrador de acero y cristal, iluminado desde abajo por un carril empotrado en el suelo, flanqueaba sinuosamente el lado izquierdo de la recepción, no sé si a todos los lectores les parecerá una recepción elegante, lo que sí sé es que se habrán formado una idea mucho más exacta del hotel que yo he imaginado.
Ser concreto y preciso dotará de visibilidad a nuestras historias, lo que es importantísimo para introducir al lector de lleno en nuestro mundo de ficción.
Un ejemplo de descripción precisa de un personaje y del ambiente en que se mueve es esta breve descripción incluida en el relato “Manuela das Fontes” perteneciente al libro El niño que comía lana de Cristina Sánchez-Andrade.
Las diez de la mañana y ya olía a aceras fregadas y a sopa de fideos. Manuela das Fontes llevaba un sombrero de paja con un ramillete de violetas, una falda con corpiño y zapatos de tacón. Caminaba con paso rápido, en dirección a la Oficina de Contratación de Amas, con un perrito bajo el sobaco y una cesta de mimbre colgando de un brazo. Estaba gorda y bien alimentada; era aseada, robusta y joven.
5-Utiliza los cinco sentidos
Para ser concreto y preciso, no hay que olvidarse de que tenemos cinco sentidos. No solo la vista proporciona visibilidad, también el oído o el olfato. Todos los sentidos contribuyen a la creación de una atmósfera. Observa la atmósfera que se crea en este fragmento del relato titulado “Buba”, perteneciente al libro de relatos Putas asesinas de Roberto Bolaño.
Al poco oímos una música salvaje que salía del lavabo. A Herrera ya le había contado de los gustos musicales de Buba, de las veces que se encerraba en nuestro departamento con su radiocasete infernal, pero él nunca lo había escuchado en directo. Durante un rato permanecimos atentos a los gemidos y a los tambores, después Herrera, que francamente era un muchacho culto, dijo que aquello era de un tal Mango no sé cuánto, un músico de Sierra Leona o Liberia, uno de los mayores exponentes de la música étnica, y nos desentendimos del asunto.
Entonces la puerta se abrió y Buba salió del baño, se sentó a nuestro lado, en silencio, como si a él también le interesara la tele, y yo le noté un olor un poco raro, un olor a sudor, pero que no era sudor, un olor a rancio pero que tampoco resultaba ser un olor a rancio. Olía a humedad, a setas y a hongos. Olía raro. Yo, lo confieso, me puse nervioso y sé que Herrera también se puso nervioso, los dos estábamos nerviosos, los dos teníamos ganas de irnos de allí, de salir corriendo hacia la habitación de Buzatti, en donde seguro íbamos a encontrar a unos seis o siete compañeros jugando a las cartas, al póquer descubierto o al once, un juego civilizado.
Pero lo cierto es que ninguno de los dos nos movimos, como si el olor y la presencia de Buba a nuestro lado nos hubiera dejado sin ánimo para nada. No era miedo. No tenía nada que ver con el miedo. Era algo mucho más rápido. Como si el aire que nos rodeaba se hubiera condensado y nosotros nos hubiéramos licuado. Bueno, eso fue al menos lo que yo sentí. Y luego Buba se puso a hablar y nos dijo que necesitaba sangre. La sangre de Herrera y la mía.
6-Inventa metáforas. Utiliza un lenguaje connotativo.
Las metáforas son muy útiles para crear la atmósfera literaria que envuelve la escena. Logran, además, decir mucho con pocas palabras. Un buen ejemplo es esta breve descripción incluida en el relato “Si el corazón dejara de latir”, incluido en el libro de relatos Los girasoles ciegos de Alberto Méndez.
Bajo un aire tibio, transparente como un aroma, Madrid nocheaba en un silencio melancólico alterado sólo por el estallido apagado de los obuses cayendo sobre la ciudad con una cadencia litúrgica, no bélica.
7-Evita los tópicos y los lugares comunes
Tópicos, lugares comunes y clichés, huye de ellos como del demonio. ¡Malo, malo! ¡Fuera bicho!
Si vas a utilizar comparaciones y metáforas, usa la imaginación e inventa las tuyas propias. Decir que alguien es duro como una roca o fiero como un león está muy visto. Sé creativo, please. Y, sobre todo, no plagies.
Y hasta aquí los consejos para escritores sobre cómo hacer una descripción literaria. Como siempre os digo, no están todos los que son, pero al menos espero que estos recursos os ayuden a la hora de escribir descripciones interesantes en vuestros textos. No olvides repasar las funciones de la descripción literaria, al final de la entrada en la que hablamos de los tipos de descripciones: estática y dinámica.
Libros citados en este artículo:
Putas asesinas, de Roberto Bolaño. (Me encantan los cuentos de Bolaño, pero quizá más Llamadas telefónicas).
Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez (muy recomendado, uno de los imprescindibles de la Guerra Civil Española).
American Psyco, novela de Bret Easton Ellis.
El niño que comía lana de Cristina Sánchez-Andrade.
Cuentos, de John Cheever.
El viejo y el mar de Ernest Hemingway.
La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, de García Márquez.

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