
Los interesados en la escritura creativa que han dado el paso de completar el proceso de escritura de una novela, ya saben que escribir una novela es algo más que trabajo y paciencia. Supone un salto importante con respecto a la escritura de relatos. Los relatos y cuentos son textos que, por su breve extensión, resulta más fácil tener en la cabeza al mismo tiempo todos los elementos lo que conforman, que principalmente son: personajes, estructura, argumento y trama. Al escribir una novela ese control de todas y cada una de sus partes no es tan sencillo. Las tramas se complican, los argumentos se tuercen, las ideas iniciales cambian o se transforman, los personajes se rebelan: nada sucede tal y cómo habíamos planeado.
Escribir una novela es como componer un puzle. Cuando empezamos a escribir, algunas veces tenemos todas las piezas, a veces ni siquiera eso. Sin embargo, para terminar el proceso necesitamos reconstruir la imagen que conformará nuestra novela. Mercedes Salisachs en su libro La palabra escrita recoge esta idea de novela como puzle.
La novela es también un puzle. Un puzle con infinidad de piezas coloreadas que precisan encontrar el lugar adecuado para formar una imagen congruente. Pero, ¿dónde se encuentra el secreto de acertar en la colocación de esas piezas? En primer lugar en la paciencia. Decía Buffon que la paciencia hace el “genio” y que sin ella la genialidad es imposible.
Descarto la genialidad (ya que no todas las novelas que escribimos son “geniales”), cualquier libro que se haya escrito con cierta dignidad precisa paciencia.
Y al mencionar el vocablo “paciencia”, no me refiero a lo que ya he apuntado anteriormente relacionado con la necesidad de “hacer y rehacer”, “añadir y suprimir”, trasladar lo que hemos expuesto al principio al final del relato o viceversa. Sino al estoicismo y al aguante que la perseverancia exige a todos los que pretende llegar a ser escritores más o menos cotizados.
La novela, como siempre he dicho, no es solo un relato. Es un conjunto de piezas dispersas que se deben acoplar para que el puzzle consiga la imagen precisa. Y para ello debemos “situar” cada una de ellas, no solo con la minuciosidad de un entomólogo. Sino procurando que los vacíos que se producen mientras escribimos nunca se rellenen con remiendos. Sino con elementos capacitados para llevarnos sin obstáculos e interrupciones al proyecto inicial que habíamos previsto. Ello presupone que, mientras la obra va adquiriendo cuerpo, se produzcan inesperadamente “pequeños cambios” que cuando la obra solo era un diseño mental era imposible prever.
Por ejemplo, infinidad de mis novelas han experimentado esos cambios (de hecho insignificantes) relacionados no solo con algunos acontecimientos, sino con varios personajes. Han sido mucho los personajes que al empezar a escribir parecían importantes y, sin que yo pudiera evitarlo, iban perdiendo fuerza vital dentro de la jerarquía intelectual que yo les había adjudicado. Como asimismo otros que carecían de importancia al iniciar el relato, que solo estaban ahí en calidad de comodines o de simples apoyos para desarrollar el meollo del asunto, terminaron imponiéndose de tal forma que forzosamente acabaron adquiriendo un protagonismo jamás soñado para ellos.
Aunque lo que acabo de exponer parezca una utopía, es una realidad. Son muchas las veces que los personajes mandan, se imponen y hasta se rebelan. Por ello debemos tantear con sumo cuidado sus idiosincrasias, para no salirnos del trazado que hemos proyectado y colocarlos en los lugares que sus insospechadas características exigen.
En los cursos de novela que impartimos en la escuela, es frecuente que muchos alumnos tengan inquietud por no conocer todas las piezas del puzle de su historia. “No sé qué pasa cuando el personaje llega a este punto o este otro. “No conozco el desenlace”. “Creo que este personaje secundario será clave, pero aún no sé por qué”… son frases que escucho con frecuencia. Esto es normal, no hay que preocuparse. La única manera de encontrar las piezas de ese puzle es buscando, sentándose a escribir. Como dijo Collin McCarty: «Si no sabes cómo, hallarás la manera en el trayecto».
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