En el blog literario de la escuela, incluyo con frecuencia muchas recomendaciones literarias de cuentos y novela, así como libros de teoría literaria y creatividad que pueden ayudar a aprender y practicar la escritura creativa, especialmente para aquellos que no pueden costearse un curso de escritura.
Tengo que confesar que las recomendaciones que más me gusta dar, son aquellas que no tienen que ver directamente con la teoría, sino con el proceso de escritura de una obra literaria. Uno de los libros que ya os recomendé en otra entrada era El gozo de escribir de Natalie Goldberg. En esta ocasión voy a recomendaros un libro sobre coaching. El coaching una herramiento que a mí personalmente me interesa. Me ha ayudado mucho tanto en lo personal como en lo profesional, incluyendo en la escritura creativa.
He realizado algún curso de coaching, pero ha sido a través de la lectura como más he aprendido acerca de esta disciplina. Uno de mis libros favoritos es Coaching para el creativo que hay dentro de ti, de Eric Maisel, terapeuta familiar y coach de creatividad. Lo que más me gusta de este libro es que, en él, la enseñanza del coaching está orientada sobre todo a profesiones artísticas (pintores, escritores y artistas en general). Incluye varios ejemplos de profesionales dedicados al arte que han sido clientes de Maisel.
Es un libro que recomiendo para comprarlo y tenerlo siempre a mano, sobre todo para releerlo en los momentos de bloqueo o desánimo. Es un libro realista, esa es otra de las cosas que me gusta. Algunos libros plantean el coaching como la solución a todos nuestros problemas quizá con demasiada simplicidad. No cabe duda de que puede sernos útil, pero ya sabemos que quien algo quiere…
El libro está dividido en doce habilidades y veinticuatro ejercicios prácticos. Os incluyo para su lectura un fragmento del libro a modo de muestra, en concreto, el comienzo del capítulo que trata la habilidad ocho, Comprometerse con un proceso orientado a la meta, que creo que es una de las más importantes.
Usted empieza a escribir una novela. Comienza con entusiasmo y, luego, al cabo de unos cuantos días, “aparece la resignación”, como diría Virgina Woolf. Se resigna al desagradable hecho de que su novela no va a surgir de usted, como si usted estuviera escribiendo al dictado de su musa. Se da cuenta de que sabe mucho menos de su novela de lo que en el primer empuje de entusiasmo, creía saber. Ahora, además de no saber, tiene frases y párrafos de los que ocuparse, frases y párrafos que no le gustan nada. Sí, es prematuro, sí es un borrador; sí la belleza aparecerá en la revisión. Sí, ese es el proceso. Pero usted lo detesta.
A veces, detestar la novela que uno está escribiendo forma parte del proceso. No se trata de una broma cósmica contra la cual reclamar. Simplemente es. Habrá veces en que detestará realmente el proceso de escritura de su novela, aun cuando comprenda de verdad que el proceso es así, que no hay forma de sortearlo. Es aversión, esa preocupación ese temer lo peor, ese andar pesadamente en lugar de remontar el vuelo, todo esto forma, a veces, parte del proceso. Y usted tiene que aceptar esta verdad.
Puede optar por decir: “Puedo hacerlo, aunque me duela”. Con eso, respeta el proceso. O puede deshonrar el proceso fantaseando con que debería ser diferente para mortales con una mayor dosis de suerte. Puede suponer que algún escritor, en algún lugar, a quien usted envidia y detesta, está escribiendo una página tras otra, haciendo una obra de arte con una facilidad ridícula, riendo en todo momento ante el ordenador, sacando su genio sin esfuerzo, mientras usted se niega a salir de la cama. Puede fantasear de esta manera para salir del apuro y evitar la realidad del proceso. Pero mejor será que no lo haga.
Probablemente usted querría que el proceso fuera de otra manera. Quizás intente esperar a que todo pase, a que cambie milagrosamente para que, por ejemplo, las rosas florezcan en invierno, las naranjas broten del árbol ya peladas, y su audición y su visión mejoren con la edad. ¿Cuánto tiempo tendrá que esperar? Mucho. Mucho tiempo. Sí, es posible que la ingeniería genética esté trabajando ya en sus naranjas ya peladas. Sí, algún colega en alguna parte esté reemplazando su viejo audífono por otro mucho mejor y, por fin, escuchará lo que sus amigos y familiares le han dicho, normalmente para su consternación. Usted puede intentar acelerar las leyes de la naturaleza, invertirlas, manipular el curso natural de los acontecimientos. Pero lo primero que tendrá que hacer es comprender la realidad del proceso y abrazarse a ella.
Una de tales leyes es que gran parte del tiempo que dedica a escribir su novela puede que no sea agradable. ¡Hágase a la idea! Deje de desear que sea de otra manera. Deje de evitar a la naturaleza. No espere que la realidad sea más parecida a un sueño placentero. Deje de alimentar la fantasía de que es usted un genio y de que todo lo que fluya de su pluma va a ser miel. Abrácese a la realidad de que parte de lo que usted produzca será inspirado, que parte de lo que cree no tendrá aliciente y que nunca habrá algo que sustituya el esfuerzo de sentarse delante del teclado y ponerse a escribir.
Imagine que planta mil semillas en un metro cuadrado de terreno. ¿Cuántas brotarán? Unas cuantas. La norma es que, cuando son muchas las que compiten por recursos limitados, solo unas pocas sobrevivan. Piense en los actores. El 99% de los actores no encontrará trabajo. SI pone cien mil actores en una ciudad que solo necesita a mil, ¿qué tendrá que demostrar el actor que quiera trabajar? Tendrá que demostrar que es la excepción. Y esto no es retórica: literalmente, tendrá que demostrar que es la excepción.
Tendrá que hacer más que el siguiente actor. Sí, también deberá tener suerte, y no solo aparece cuando la oportunidad se encuentra con la preparación; la suerte es en realidad solo suerte. Deberá tener también algo de chispa, una luz en los ojos, y si esto no forma parte de su constitución, tendrá que contar con ello. Pero si tiene esa luz, no deberá esperar a la suerte. Tendrá que hacer todo lo que esté en su mano para demostrar que es la excepción. Si eso significa tener que hacer cien llamadas telefónicas al día, pues eso será exactamente lo que tendrá que hacer. Esto no garantiza nada, del mismo modo que nada garantiza que una de aquellas semillas vaya a brotar. Sin embargo, respeta la realidad de sus circunstancias y le proporciona una ocasión mejor, quizás la única.
Parte de su proceso consistirá en demostrar que es la excepción. No hará “lo que todo actor hace”, como si con eso cumpliera con el proceso. Respetar el proceso, cumplir con él, no es lo mismo que “hacer lo que otros en mi campo hacen”. Cumplir con el proceso, honrarlo, significa imaginarte tu meta, comprender lo que te lleva de aquí hasta allí, y llevar a cabo esas tareas. Un actor asiste a clases de lucha con espada porque le parece divertido; un segundo actor está estableciendo contacto día y noche a través de internet con tipos de los estudios a los que desprecia. ¿Cuál de los dos encontrará trabajo? Aunque la película precise conocimientos de lucha con espada, el trabajo será para el actor que estableció contactos, ¿no le parece?
Si te dedicas a una actividad creativa y te interesa este libro, puedes comprarlo aquí.
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