Las navidades son fechas en las que las emociones están a flor de piel. Nos invaden los recuerdos de las personas que nos dejaron, de los amigos con los que perdimos el contacto y de los cambios, buenos y no tan buenos, que experimentamos durante el año. Entre todo ello se abre camino la esperanza de las cosas que están por venir. ¿Por qué no plasmarlo y escribir un cuento de Navidad?
Es cierto que es una época también en la que nos rodea el consumismo. Gastar por gastar, la preocupación en exceso por las cosas materiales. Afortunadamente es además un momento de encuentros y felicitaciones. La Navidad, tanto si nos gusta como si la odiamos, puede ser una época muy creativa. Podemos aprovechar las vacaciones para volcar nuestra “felicidad o infelicidad” en la escritura creativa.
Un día como hoy os propongo un reto. Se trata de escribir un cuento de Navidad. Escribir un cuento navideño no es una tarea fácil. Pensar en estas fechas sin caer en la sensiblería es complicado. La mayoría de las historias que conocemos resultan bastante ñoñas y llenas de tópicos. Es raro que hayamos leído alguna en el que no encontremos un Papá Noel, un árbol de Navidad, un pavo y, sobre todo, nieve, mucha nieve. También están las que caen hacia el lado de la pena y nos muestran a un mendigo (mejor si es anciano, pero, eso sí, que sea buena persona) o algún niño que pasa hambre y frío.
Los personajes de este tipo de historias, exceptuando a los fantasmas de Dickens en su momento, hoy día versionados hasta la saciedad, también suelen ser bastante previsibles. Y si además los hacemos demasiado bondadosos pueden incluso no resultar verosímiles o, lo que es peor, primos hermanos de los personajes Mary Sue.
Por eso el reto que os propongo consiste en no utilizar ninguno de los tópicos de las historias navideñas: nada de pavo, árbol de Navidad, Santa Klaus, trineo, renos, regalos, nieve o villancicos. Parece difícil. Paul Auster lo logró en su relato “El cuento de Navidad de Auggie Wren”.
Una de las cosas que más me gusta de “El cuento de Navidad de Auggie Wren” es que en él no aparece Papá Noel. Tampoco hay un pavo al que hay que matar o está cocinándose en el horno. Resulta más eficaz, en este caso, para la literatura (además de mucho más económica para los protagonistas) la comida del supermercado. Aunque es cierto que se dice que esa noche helaba (lo que es normal dado que la historia transcurre en Brooklyn), Auster no pierde el tiempo en describirnos las condiciones climatológicas de Nueva York. No hay mendigos ni se pasa hambre. Nada de niños, aunque, bueno, sí que tenemos a una anciana ciega. Pero lo que no falta en “El cuento de Navidad de Auggie Wren”, es lo que, quizá, el escritor norteamericano consideró que era lo único que no podía suprimirse: una obra de caridad.
Puede que, en cierto modo, eso sea lo que constituye el espíritu verdadero navideño.
¿Te atreves con el reto y escribir tu propio cuento de Navidad? Si quieres puedes compartir tus ejercicios de escritura creativa en los comentarios.
Felices fiestas a todos.
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