De qué hablo cuando hablo de escribir
Haruki Murakami
TusQuets, editores; Barcelona; 2017; 296 páginas
Nuestra colaboradora María Dolores Rubio de Medina, abogada y escritora, autora del libro Contratos de edición para escritores nos hace llegar la reseña del último libro de Murakami. No se trata de una novela, sino de un ensayo o recopilación de artículos relacionados con el oficio de escritor. Una obra muy recomendable, al menos esos seis primeros capítulos que menciona Dolores Rubio, para todo aquel que desee aprender escritura creativa.
De entrada, cualquier persona que se aventure a realizar una reseña o comentario de este libro escrito por Haruki Murakami y que lleva el sugerente título: De qué hablo cuando hablo de escribir, en el que el autor —escritor consagrado— nos introduce en su disciplina diaria, basada en el arduo trabajo de ir construyendo sus manuscritos folio a folio, se encontrará con una gran dificultad. Aclaro que he optado por seleccionar la palabra “manuscritos” para tratar de abarcar la polifacética labor de Murakami, que ha destacado novelista, ensayista, traductor, cuentista, articulista, etc. Prácticamente, como escritor profesional, ha publicado en casi todos los géneros. La dificultad anteriormente mencionada se encuentra en que, por las interesantes frases que desgrana a lo largo del ensayo que comentamos, ha sido difícil resistirse a dejar de lado la realización de este comentario y ponerse a realizar un resumen de las acertadas sugerencias que desgrana a lo largo de sus páginas, con el riesgo de quitarle interés a su descubrimiento por parte de los futuros lectores.
El ensayo se distribuye en once capítulos y concluye con un epílogo. La lectura atenta del libro conlleva la inmersión en una sincera y realista autodescripción de cómo el Murakami escritor desarrolla su trabajo; quizás porque no trata de explicar lo que debería ser un escritor o lo que debería de hacer este profesional; sino que sólo expone su método de trabajo. En resumen, la lectura amena procede porque nos habla de cómo se desarrolla como escritor, no de cualquier otro escritor.
Se trata, como se ha anticipado, de un libro de lectura fluida, lleno de explicaciones razonables y con mucho sentido común, centrado en la tarea —o tareas— que conlleva ser escritor. Lo que desgrana a lo largo de sus páginas, no son consejos al estilo de los manuales de escritores, sino que describe su evolución como escritor desde el momento en que trató de encontrar un estilo propio para transmitir mediante palabras sencillas contenidos no tan sencillos. Siendo interesante su reconocimiento, junto al trabajo duro e infatigable, a la importancia de la suerte, componente muy relevante en sus inicios como escritor, y que se le manifestó cuando ganó un premio prestigioso con su primera novela.
En el libro, Murakami, no se deja trucos en la chistera. A lo largo de sus páginas nos explica las particularidades que otros ven en los escritores (por su fama de personas poco generosas); su difícil y dolorosa relación personal con los premios y los críticos literarios, especialmente en sus comienzos; cómo escribe y cómo ha logrado mantener a lo largo de los años su creatividad y originalidad; y cómo logra mantener el interés y la disciplina para escribir una novela extensa, entre otras cuestiones.
En el capítulo titulado: “Ahora bien, ¿qué escribo?” se encuentra uno de los mejores consejos que he leído en mi vida de curiosa lectora de libros sobre técnicas de escritura: recomienda echar mano de los “cajones de la memoria” —los recuerdos de las realidades curiosas que encontramos en nuestra vida cotidiana y que archivamos en algún lugar de nuestra mente— y armarlos en un texto coherente que sirva para comunicar una historia y crear con ella magia escrita.
Estimo que cualquier escritor —o aspirante a escritor— tendría que pasar por la lectura de las 296 páginas del libro; pero aún a riesgo de ser excesivamente crítica, la lectura significativa del texto la limito, exclusivamente, a los seis primeros capítulos —exactamente hasta la página 159—, los cuales valen su peso en oro en el conjunto del libro. En la lectura que he realizado, desde el capítulo 7 al 11, mi interés no fue tan intenso como en los seis primeros capítulos, en estos últimos el tono y el contenido parecían haber cambiado, más que reglas de estilo sobre su escritura parecen ser consejos sobre su estilo de vivir, aplicables a cualquier profesión que se viva de una forma muy intensa y apasionada. Esta diferencia de estilo y de contenido no la entendí hasta que llegué al “Epílogo” del ensayo, concretamente al párrafo en el que el propio Murakami ofrece la pista de lo que ha sucedido en el texto y nos permite comprender porque algunos capítulos son tan intensos y otros más fríos y distantes. Explica que del total de once capítulos, seis de ellos ya los tenía redactados y los ofreció a la revista Monkey, donde fueron publicados, el resto de los capítulos fueron redactados después, para completar la extensión necesaria para un ensayo mediano.
En todo caso, insisto en que esos seis primeros capítulos son de una calidad extraordinaria, con ellos cumple con creces la pretensión que tenía al publicar el libro. En junio de 2015, Murakami concluyó su ensayo con estas palabras: “Ignoro hasta qué punto pueden servir a los lectores estas reflexiones que, en alguna medida, solo son algo personal y diría que casi egoísta. No subyace en ellas un mensaje y tal vez solo reflejan procesos mentales míos. A pesar de todo, aunque sea poca cosa, me alegraría de verdad que sirvieran para algo”.
Y garantizo que, de todos los libros de escritura que he leído, este ensayo es sublime, sirve —y mucho— para algo; es un auténtico canto a la disciplina espartana de un escritor, en dónde Murakami nos explica que sus grandes novelas fueron escritas con una disciplinada labor de hormiguita, mejoradas con una reiterada actividad de corrección que más que recortar los setos para igualarlos; en ocasiones, consistió en una auténtica tala no sólo de la maleza, sino también de los árboles del bosque.Tras la lectura del libro, no sólo he sentido un intenso orgullo por escribir, sino que comprendo que he sentido que para otros, su posición será más profunda que la de ser meros “lectores”, puesto que muchos se sentirán “lectores profesionales”, al haber adquirido nuevas herramientas para acometer su tarea cotidiana de escritores, cosa que ustedes podrán comprobar si invierten su tiempo en su lectura.
15 de junio de 2017.María Dolores Rubio de Medina
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