
La buena letra era uno de mis libros pendientes, y no lo quería dejar pasar más tiempo. Por eso, ha sido una de mis primeras lecturas de este verano. Ya conocía al Chirbes aclamado por la crítica de Crematorio o En la orilla, aunque siempre me gustó más el Chirbes más íntimo de Los disparos del cazador o Paris-Austerlitz. Con Chirbes me pasa lo mismo que con otros autores como Philip Roth o García Márquez. La que considero mi novela preferida del autor no coincide con la que se considera su obra cumbre.
La buena letra es el retrato de una familia valenciana de escasos recursos durante la guerra y postguerra civil española narrado desde el punto de vista de la protagonista. Sin embargo, en línea con Helena o el mar del verano de Julián Ayesta, no es en los acontecimientos históricos en los que se centra la historia, sino en los espacios íntimos, en la vida personal y familiar de los personajes. Ana, esposa atenta, madre generosa, cuñada entregada… podría decirse que es el pilar emocional de la estructura familiar, es el enlace que evita que todo se derrumbe pese a la desgracia. Hasta que llega el personaje de Isabel, y poco a poco el castillo de naipes se derrumba.
La historia habla también de la educación, pero más que del nivel de estudios, de lo que aprendemos. Ana no ha estudiado, pero sabe cocinar y coser. La protagonista tiene una letra torpe, frente a la hermosa caligrafía de Isabel. ¿Es la buena letra un indicio de la “buena” educación? Precisamente la escritura y el título de la novela acabará siendo en el desenlace su espada de Damocles. Los lectores sentimentales como yo que preparen los clínex.
No quiero continuar para no desvelar demasiado, aunque esta no es una historia de grandes acciones, sino de intensas emociones. Se habla de esta novela como una novela de pérdidas y es cierto. Pero sobre todo para mí el tema de esta novela es el egoísmo. Un egoísmo que lo corroe todo y que acaba devorando la vida de una mujer abnegada que ha dado su vida por los demás.
La novela para mí es un claro exponente del narrador en segunda persona. La protagonista cuenta sus vivencias en primera persona por medio de un soliloquio, real o imaginado, que se dirige a alguien que al principio no sabemos quién es, pero que pronto se desvela. El narratario en este caso se trata de un narratario explícito: el hijo de la protagonista.
Yo he leído esta novela en valenciano, La bona lletra, traducida de forma excelente por Carles Mulet. En valenciano o en castellano, lo mismo da, es una novela muy recomendable. Si eres fan de las novelas ambientas en la Guerra Civil Española o te gustan las novelas intimistas, esta debería ser tu próxima lectura. Grande Chirbes.
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En valenciano, desde aquí

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