
En esta ocasión, se trata de un cuento, la lectura recomendada en nuestro blog literario. Se trata del cuento “La escritura de Dios” de Jorge Luis Borges, incluido en el libro recopilatorio de relatos El Aleph y publicado por Emecé Ediciones. Esta recomendación nos la envía nuestro seguidor Javier Pérez desde Buenos Aires.
EL BORGES QUE TODOS IGNORAN
La escritura del dios es un cuento perdido en uno de los libros más populares y valorados de la literatura; pocas veces mencionado, tanto en la cultura popular como en el ámbito académico, este relato ocupa un espacio de gravitación invisible en El Aleph. Quizás su perfecta brevedad y esfericidad lo convirtieron en un cuento perdido. La escritura del dios es el cuento olvidado de un Borges que todos ignoran. Breve, conciso e indescifrable; se proyecta a abrirnos un vasto universo azaroso y a la vez predestinado. Esos rasgos, típicos de Borges, son esperables para cualquier lector aficionado; pero hay algo inverosímil y hasta inquietante que atraviesa la obra. Sabemos que el imaginario popular no considera a Borges como un autor preocupado por las temáticas nativas de América; pero sí de ostentar una mirada europea y burguesa, argumento aceptable en Sarmiento pero reduccionista para Borges.
La escritura del dios se enmarca en el universo de la mitología azteca; por ello para un lector distraído y un mundo acostumbrado a un Borges interesado por la Antigua Grecia, Chesterton y los germanos; este cuento funcionaría como un hallazgo inverosímil. Además de sus relatos de orilleros y sus versos sobre atardeceres con laberintos de patios y zaguanes, Borges suele edificar mitologías codificadas; este relato es ejemplo de ello. Es, entre otras cosas, una esfera perfecta, tejida con una prosa inmejorable; pero esas características no evitan que en esa esfera, si se quiere hermética y mágica, no se abran grietas que lo amplían y lo justifican.
Después de todo esa justificación es lo que permite a un texto seguir vivo en un mundo dónde los dedos de la mano se usan para tocar pantallas y no las olvidadas y pálidas páginas de los libros. Todo relato tejido de forma que permita agrietarse en intersticios será eterno; todos los cuentos de El Aleph lo son porque superan el alcance de cualquier adicto a la Wikipedia. La literatura de Borges no será nunca postmodernista pero su multiplicidad de contenidos, mitologías y referencias literarias resulta inabarcable y terrorífica. Esa sutil alusión a la conquista española y la decisión de enmarcar el relato dentro de un contexto mesoamericano no solo amplían la obra, también al autor.
La escritura del dios es el centro de El Aleph, la condensación, la gravitación de forma milimetrada y resumida, del resto del libro. Contiene los simbolismos irónicos y crueles característicos en Borges: el laberinto, la lejanía, la soledad, el mundo codificado, los felinos, el azar, el hombre disminuido ante un universo eterno, y finalmente la reconstrucción de los detalles de la vida mediante la imaginación y los recuerdos; pero también contiene los antiguos estratos de una mitología azteca que palpita codificada en el relato. Si hay alguien que puede aglutinar todos esos contenidos en una narración breve es Borges.
En el relato las voces y los discursos religiosos se mezclan, el autor se permite reconstruir religiones y mitos como si todos fueran una interesante invención repetida. El propio Borges lo admite en el epílogo del libro: “La escritura del dios ha sido generosamente juzgada; el jaguar me obligó a poner en boca de un ‘mago de la pirámide de Qaholom’, argumentos de cabalista o de teólogo.” (BORGES. J.L. 1949. El Aleph). De alguna forma, atrevidamente explícita, Borges condensa en él todos los cuentos del Aleph. Pero es el contexto histórico de la conquista y el folclore azteca lo que hace de este un relato particular. En él se refleja una elaborada hipótesis del mundo y el universo; esa cosmovisión, que siempre está colocada en las lenguas europeas y los cotidianos laberintos de Buenos Aires, en este caso se encuentra transfigurada en un territorio mesoamericano.
Es un cuento inverosímil dentro de la obra de Borges, no por su estilo o sus recursos poéticos; lo es por su contexto, por la ideología de su narrador. La figura del jaguar, del brujo murciélago Tzinacán (narrador protagonista del relato) y la pirámide destinada a Qaholom (Dios maya) son referencias que encierran al cuento en el universo religioso e histórico propio de los mexicas (quichés).
La escritura del dios fue publicado por la editorial Lozada en 1949; el relato está dividido en catorce párrafos breves (cifra premeditada) en los cuales no hay palabras innecesarias ni puntuaciones que dilaten la frase. Es un cuento ahogado, desesperadamente inhumano y mitológico. Focalizado en primera persona, el narrador se moviliza en un tiempo presente que regresa en retrospecciones que constituyen la historia del relato. Cada palabra y cada frase están milimetradas sin contaminarse de barroquismos o figuras retóricas; su justada y medida brevedad aniquila todo recurso innecesario.
La escritura del dios es de lectura obligatoria, por su contenido y sobre todo por ser una grieta en la obra de su autor. Sabemos que no es la trascendencia el único motivo que hace de Jorge Luis Borges un escritor universal; lo que su obra generó fue un procedimiento, la irrupción y la condensación de un estilo, de una forma de entender el mundo. Este es un relato imprescindible para acercar a Borges a los lectores más jóvenes y llevar su literatura a nuestras aulas.
El cuento refleja la capacidad del autor de integrar diferentes temáticas y contenidos opuestos en un mismo universo, condensados bajo un mismo estilo, y todo ello entretejido dentro de ese espacio tan personal que Borges construye matemáticamente. La escritura del dios no solo contiene los rasgos característicos del cuento borgeano; también integra un nuevo tema, una preocupación, una mirada que implícitamente parece decirnos: también puedo y quiero escribir sobre las culturas mesoamericanas; también sé que “mi destino es la lengua castellana”, también sé que mi destino es la sangre de América.
Me gustó mucho este comentario sobre este cuento de Borges a quien admiro profundamente.
El análisis de “La escritura de Dios” me lleva a efectuar una relectura del mismo con otra mirada. Sin duda he de disfrutar mucbo esa nueva lectura
Muchas gracias por este nuevo acercamiento.
Muy acertada la parte final del comentario “también sé que “mi destino es la lengua castellana”, cuánta verdad hay en ello.
Obnubilado por lo que escribiste tomo nuevamente la copia del Aleph que tengo en mi repisa para releer esta breve historia y tratar de comprender tanto en tan poco. Tus dos últimas oraciones fueron excelsas.
Me recuerda a la frase nadie puede ser feliz, tu no pero nadie si, debes soltar todo lo que crees que eres pero que te ha Sido impuesto por el mundo para ser tu mismo y alcanzar la plenitud y dejar de de ser como diría Foucault un sujeto sujetado, saludos a todos grandes almas 💗
Profundas reflexiones despiertan los comentarios sobre un tema apasionante y muchas veces cubierto por el olvido, América , el castellano y su historia son elementos que calan hondo en nuestra vida, como una cultura unida por el abrazo sangriento de dos mundos.
Lo que ve el sacerdote maya en la piel de Jaguar son los logogramas de la escriturara maya. La escritura maya era un enigma para cuando Borges escribió el cuento. El. JAGUAR es un animal de hábitos nocturnos qué ve perfectamente en la oscuridad, así el sacerdote puede ver en la oscuridad del misterios pues descubre en la piel del jaguar un secreto.