
Sobre la novela, son muchos los libros y ensayos que hacen referencia a los aspectos de la narrativa más importantes: cómo construir la estructura narrativa,cómo organizar la trama, el estudio de los recursos para dotar visibilidad y verosimilitud a nuestra historia, y otros muchos recursos literarios. Sin embargo, una cuestión importante en una novela y a la que no siempre se da la importancia debida es el tema de la novela.
Sabemos que la forma en que desarrollamos y desplegamos la idea principal que contiene la novela en un argumento concreto, con unos personajes que se mueven en un espacio y lugar determinado, es tan importante o más como lo que se cuenta en la historia. Pero, más allá de una argumento, una novela desarrolla un tema principal. Esa idea o tema principal es lo que Orham Pamuk denomina el centro de una novela, y del que nos habla en su libro El novelista ingenuo y sentimental.
El centro de una novela es una opinión o una idea perspicaz sobre la vida, un punto de misterio arraigado en lo más profundo, ya sea real o imaginario. Los novelistas escriben para poder investigar este tema, para descubrir sus implicaciones, y somos conscientes de que las novelas se leen con ese mismo espíritu.
Cuando empezamos a concebir una novela, quizá pensemos de forma consciente en este centro secreto y sepamos que estamos escribiendo para él. Pero en ocasiones quizá lo ignoremos. A veces, una aventura real, o un hecho verdadero sobre el mundo del que hemos tenido conocimiento de primera mano, puede parecer mucho más importante que este centro. En otras ocasiones, un impulso personal, o el deseo de dar representación estética y moral a otras vidas, personas, grupos y comunidades, parece tan importante que preferimos no hacer caso del hecho de que estamos escribiendo para ese centro.
La violencia, la belleza, la novedad y lo inesperado de los acontecimientos que relatamos pueden, incluso, hacernos olvidar que la novela que estamos escribiendo tiene siquiera un centro. Los novelistas —algunos sólo de forma ocasional, otros más a menudo— pasan de forma instintiva, entusiasmada e implacable de un detalle, observación, objeto e imagen a otro, con el fin de llegar al final de la historia, sin parar mientes en el hecho de que la novela que estamos escribiendo tiene un centro secreto. Escribir una novela puede parecer como atravesar un bosque prestando una gran atención a los árboles, empapándose y describiendo todos los detalles, como si lo importante fuera tan sólo contar la historia, llegar al otro lado del bosque.
Sin embargo, por mucho que nos atraigan el bosque, los edificios y los ríos del paisaje, o aunque nos descubramos encantados por la maravilla, la extrañeza y la belleza de cada árbol o acantilado, a pesar de todo esto sabemos que el paisaje oculta algo más misterioso en su interior, algo mucho más trascendente que la suma de todos los objetos y árboles individuales que contiene. En ocasiones podemos sentir esto de forma clara, y otras veces esta conciencia viene acompañada por una fascinante sensación de desasosiego.
Lo mismo puede decirse de los lectores de novelas. El lector de novelas literarias sabe que cada árbol del paisaje —cada persona, objeto, hecho, anécdota, imagen, recuerdo, información y salto en el tiempo— está ahí para resaltar el significado más profundo, el centro secreto que se halla en algún lugar bajo la superficie. Quizá el novelista haya incluido algunas aventuras y detalles porque los ha experimentado de verdad, o porque se los ha encontrado en la vida real y se ha sentido atraído por ellos, o por la simple razón de que ha sido capaz de imaginarlos de forma tan maravillosa. No obstante, el lector literario sabe que todos estos componentes que ejercen su efecto en virtud de su belleza, poder y realismo tienen que aparecer en la novela porque son el indicio de la existencia de un centro secreto, y el lector busca este centro mientras lee el libro.
El escritor, asimismo, reconoce el centro de la novela como la intuición, el pensamiento o el conocimiento que sirve de inspiración para la obra. Sin embargo, los novelistas también saben que, durante el proceso de escritura, esta inspiración cambia de dirección y forma. A menudo el centro aparece a medida que se escribe la novela. Al principio, muchos novelistas perciben el centro como un mero tema, una idea que conviene transmitir en forma de historia, y saben que descubrirán y revelarán el significado más profundo del inevitable y ambiguo centro a medida que desarrollen su novela. Según avanza el proceso de escritura, no sólo los árboles individuales sino también las ramas entrelazadas y las hojas se definen con sumo cuidado. El concepto que tiene el escritor del centro secreto empieza a cambiar, del mismo modo en que cambia la idea del lector al respecto durante el curso de la lectura. Leer una novela es el acto de determinar el centro real y el tema real, a la vez que se disfruta de los detalles de la superficie. Explorar el centro —en otras palabras, el tema real de la novela— puede llegar a parecer algo mucho más importante que esos detalles.
Por ejemplo, en un prólogo que escribió para Bartleby, el escribiente de Melville, Borges describe el proceso gradual mediante el que el lector llega al corazón de Moby Dick. «Al principio el lector puede suponer que su tema es la vida miserable de los arponeros de ballenas». De hecho, los primeros capítulos de Moby Dick son como una novela de crítica social, o incluso un reportaje periodístico, lleno de detalles sobre la caza de ballenas y las vidas de los arponeros. «Luego», dice Borges, creemos que «el tema es la locura del capitán Ahab, ávido de acosar y destruir la Ballena Blanca». Y, de hecho, los capítulos centrales de Moby Dick son como una novela psicológica, y en ellos que se analiza el carácter único de un hombre poderoso llevado por una furia obsesiva. Al final, Borges nos recuerda que el verdadero tema y centro son algo completamente distinto: «Página por página, el relato se agranda hasta usurpar el tamaño del cosmos».
Si estás escribiendo una novela, y ya llevas unas cuantas páginas, pregúntate cuál es el tema principal, cuál es el centro de tu novela. Cuál es la raíz, el tronco, las ramas y las hojas de las que habla Pamuk.
Hola.
Siempre es bueno encontrarse con páginas en las cuales se presente material tan bueno sobre el oficio de escritor.
Disculpen la pregunta, ¿el estracto de Pamuk es de uno de sus libros de ensayos? Tengo un par de ellos acumulando polvo, dan miedo por tochos, y no me termino de animar.
Por lo demás,
Un abrazo
Pertenece a “El novelista ingenuo y sentimental”, un libro que reúne seis conferencias que escribió para un seminario en la Universidad de Harvard. Muy recomendable.
Me parece muy buena página